V Domingo de Cuaresma (B): “ Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre ”

El dolor es la insignificancia


Cristo camino del Calvario, de Tiziano (Museo del Prado).jpg

 

V Domingo de Cuaresma

Año litúrgico 2020 - 2021 - (Ciclo B)


Una medida para salvaguardar la vida hoy es la higienización, “extrema”. Debemos matar los virus para vivir. Las vacunas tienen ese sistema de matar los virus que no generan vida favorable a la humanidad.

 

Ver a Jesús. Él ya te encontró. El 18 de marzo se vivió una jornada de oración por las víctimas del Covid19. Se recordó a tantos mártires que entregaron su vida en el afán de posibilitar la vida de los demás. Se han realizado tantas oraciones que Dios parece ignorarlas como lo hace con la curiosidad de los griegos: “queremos ver a Jesús”. Ver = admirar, seguir, conocer, etc. Sin embargo, Jesús nos traslada a otra escena más provocadora.

 

La hora de un gran acontecimiento: la glorificación. Tanto esplendor manifestado en un grano de trigo, ¿es posible? Si los griegos y judíos esperaban una glorificación triunfal deben aprender a “podrirse” como la semilla. Comprender mejor la fuerza de la vida escondida en la semilla queda oculta a la vista, la fecundidad de la Cruz es confundida con la locura por quienes no entran en la lógica del amor.

 

No tener miedo a la muerte. Como el grano de trigo, una semilla, en la tierra genera vida solo con una condición: la muerte. Sólo con la decisión de morir es que la semilla porta fruto, y en consecuencia se convierte en otro, se desarrolla, crece. Su única vía para vivir es morir. Por ello, nunca sabemos si esta pascua puede ser nuestra hora decisiva, por ello debemos aprender el arte de vivir muriendo, de morir a nuestras fragilidades y orgullo. Por tanto, el centro es la fecundidad, no el sacrificio.  Es importante el fruto más que la muerte. 

 

Decisiones sin retorno. Expulsar a los comerciantes y resucitar a Lázaro ya habían colmado el vaso visceral de las autoridades. En este contexto Jesús decide emprender el viaje a Jerusalén. Mejor dicho, Jesús toma la decisión crucial de ser el grano de trigo, sin retorno. Pudo quedarse en los suburbios y no enfrentar la autoridad, pero la hora ya había llegado.

 

Amar la vida. De ésto saben las madres: dar a luz conlleva prepararse para morir. La vida es consecuencia de la muerte. Por ello la muerte no debe darnos miedo. Esta muerte la preparamos generando vida dentro y en torno a nosotros. La muerte significa existir sin crear comunión, fraternidad; sin amigos, corazones vacíos y mentes desquiciadas.

 

Tú eres semilla, levántate. En esta ley universal de la vida, de la evolución espiritual, para que Dios nazca, es necesario que yo muera. Paradójicamente, sin este ejercicio muero realmente. Es decir, no me puedo alejar del valle de lágrimas, pero sí convertirlas en gritos de esperanza, es doloroso, pero no nacen los frutos si no caemos al suelo.  

 

Atraer a todos desde la cruz. No tener miedo a la muerte, sino a la infecundidad de vida. Existe el dolor, pero duele más la insignificancia. Construye esperanza porque tienes un Dios que ama con locura a justos e injustos, judíos y griegos. Dios se juega una carta con los hombres: ¿Serán capaces de arriesgar su vida por mí?".

 

 

Lectura del santo evangelio según san Juan 12, 20-33

En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; estos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban:
«Señor, queremos ver a Jesús».
Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.
Jesús les contestó:
«Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. En verdad, en verdad os digo: si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo honrará.
Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré? ¿Padre, líbrame de esta hora? Pero si por esto he venido, para esta hora: Padre, glorifica tu nombre».
Entonces vino una voz del cielo:
«Lo he glorificado y volveré a glorificarlo».
La gente que estaba allí y lo oyó, decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.
Jesús tomó la palabra y dijo:
«Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí».
Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.

Para profundizar:

- Predicación

- Cometario bíblico


👀👉 Visita la Homilía Dominical para el Tiempo de Cuaresma, 

Ciclo B

Sugerencias de reflexión en el camino a la Pascua de Nuestro Señor Jesucristo

 

0 Comments