II Domingo de Pascua (B): "Hemos visto al Señor". La duda de Tomás apóstol

 “Señor mío, Dios mío (misericordioso)”


La incredulidad de Santo Tomás. STOM, MATTHIAS. Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado


II Domingo de Pascua

Año litúrgico 2020 - 2021 - (Ciclo B)

 

Con mi riqueza no te metas. Generosidad u orgullo. Ella estaba entusiasmada por un sueño: tener una sola alma y un solo corazón. Mostraba su generosidad con las propiedades que tenía. Acudía a su comunidad naciente y alababa a Dios, encandilaba con su ‘humildad’, se aprendió las frases claves y las repetía (cfr. Hch. 4). El quiebre llegó cuando se trató del dinero. Parece que la generosidad mostrada era, en realidad, una oportunidad para alimentar su orgullo y creerse superior y más astuta que Dios. Y así es como ella, la primera pareja, Ananías y Sáfira, termina rompiendo el sueño de la primera comunidad cristiana narrada por Lucas (cfr. Hch. 5, 1-11).

 

Somos gente de paz. En este domingo de la Misericordia tenemos una palabra motivadora: ”re-creación”, abarca más que  “Re invéntate! Somos re-creados con un nuevo soplo, el Espíritu del resucitado. Te reinventas ante la adversidad de la pandemia, pero es recreado para la resiliencia diaria.

 

Cuida a los demás. Si estás encerrado, temeroso y decepcionado, sin amor y lleno de venganza, entre las paredes de tu casa, por más confortable que sea, sólo se convierte en una ‘jaula de oro’. Ahora, más que nunca necesitamos del saludo de paz del resucitado. Sólo él puede traspasar los muros del miedo y falta de fe. Vivimos un contexto del encierro ‘obligatorio’ como convicción de la corresponsabilidad para cuidar la vida propia y la de los demás.  

 

Sanación interior del ‘agnóstico’. Es muy cómodo criticar a la primera pareja muerta de orgullo; y también al primer hombre, con el agravante de ser discípulo, que suelta frases de “anti-resurrección”. Es decir, necesito sanar interiormente, como Tomás, antes de criticar a los demás.

 

Nuevos encuentros, sueños de paz. Imagina la sonrisa dibujada cuando identificas en tu celular el número de una persona de paz. Sin embargo, es mejor marcar un número con un mensaje de paz, libre de venganza y orgullo. El apóstol Tomás es el primer hombre y discípulo en confesar la divinidad de Dios, sin mayores palabras que “Señor mío, Dios mío”:


-       Jesús confía en ti. Tomás no es tratado con bofetadas, sino con misericordia.

-       Tomás, sale de sus seguridades humanas, en soledad y comunidad para identificar al resucitado.

-       Tomás, comienza a ver, entender y creer que las meras llagas son un signo del amor más que unas pruebas racionales para su agnosticismo.

-       Tomás, sale de su personalismo y egocentrismo para caminar a un servicio comunitario.


Finalmente, si escuchas el testimonio de tu comunidad:  "Hemos visto al Señor". Es legítimo que dudes, pero no te obstines en exigir pruebas, condicionar a un signo tangible, rechazando el testimonio comunitario… Y así pues, Jesús llamó a un obstinado, ausente, disfuncional, para recitar el gran credo pascual: "Señor mío y Dios mío".


Recuerda, el sueño de desterrar la pobreza sigue vigente.


 


Lectura del santo Evangelio según San Juan 20, 19-31

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en
medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
«¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.


Para profundizar

Lecturas y comentarios bíblicos

Homilía

Varias homilías

La incredulidad de Santo Tomás

STOM, MATTHIAS

Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado

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