Jueves Santo ( C): La última cena y el lavatorio de los pies. El servicio

 

 Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?

 

El día en que Jesús se arrodilló para lavar los pies a sus discípulos después de darles de comer se repite cada día y nos exhorta a vivirlo con amor y servicio, capaces de amar hasta la cruz.

 

El Lavatorio, de Tintoretto, 1548-1549.

Coena Domini - Las rodillas del amor 

Lavar los pies

El Jueves Santo volvemos a vivir el momento mismo de la Cena del Señor. Jesús ofrece un banquete, mejor dicho, se ofrece así mismo como alimento para la vida verdadera y eterna. En la última cena contiene gestos de amor y de servicio que son cada vez más urgentes en nuestra vida.

 

‘Ponte en modo discípulo’ y que tu maestro no sólo te lave los pies sino que también entregue su vida por ti es ya un gesto que no se desprenderá de tu existencia. ¿a quiénes lavarías los pies? Tienes que tener un grado de amor y humildad para hacerlo porque es un acto poco agradable, pero él lo hace porque les llamó para ser sus amigos.

 

No sólo los pies

Pedro, en su espontaneidad trasluce el pudor de unos pies errantes, sobre sandalias de cuero, llenos de polvo, sudorosos en el desierto, con los dedos y uñas deformadas. 

 

Jesús lo hace de manera extraordinaria con un mensaje concreto: el amor. Como lo hacen los padres cuando cambian pañales, limpian los mocos y cuidan a sus hijos con habilidades especiales. Como lo hacen también los hijos con sus padres en los momentos desfavorables de enfermedad.

 

En este signo de Jesús, hay mucha inspiración para quienes por vocación trabajan no sólo como podólogos, sino también como enfermeros. La cantidad de personas al servicio de los enfermos, para cambiarles los pañales, darles la medicina a tiempo, alimentarlos, escucharlos, tolerar sus momentos de crisis emocional. Incluso, muchos de los trabajadores, no son bien valorados y aveces maltratados por su origen o situación social.

 

Para que ustedes también se laven los pies

La humildad para lavar los pies necesita una gran dosis de fe. La revelación del amor encuentra resistencias en la traición (Judas) y en la negación (Pedro) (cfr Jn 13,2). El lavado de los pies revela el lavado con la sangre en la cruz. ¿Crucificar al que te lava los pies?

 

El lavado de los pies se celebra cada día. Despojarse de tus ropajes/títulos para disponerte a servir es un estilo de vida cristiano: serían de mucha ayuda los testimonios de las mujeres, las prostitutas, los leprosos, Zaqueo, Lázaro, María, Martha y todos los que experimentaron el amor de Jesús.

 

¿Cómo hablar de la fracción del pan?

Si se fracciona el pan solucionamos el hambre del mundo. Y si hablamos del Pan de vida eterna, la fe y el amor son el motor para transformar una sociedad con tanta maquinaria de orgullo económico y egoísmo inhumano.

 

Es reconfortante saber que Jesús no sólo se preocupó de que la cena esté bien servida, siguiendo los rituales de su tiempo, sino que llama con energía a repetirla en el servicio, empujado por el amor, a lavar los pies, a ser capaces de servir arrodillados, a mojarse con las soluciones de los problemas de la vida. Sería triste que hoy sólo nos preocupemos de un rito “perfecto” si estamos lejos de las realidades de la guerra, la violencia y los problemas del mundo; la iglesia en salida implica traspasar más muros convencionales y mecánicos.

 

Buen Jueves Santo. Todo lo anterior configura el sentido y. misión de la Eucaristía. Pero Jesús hizo que la eucaristía sea vivida por un sacerdote, como el mismo Cristo. Muchas oraciones por cada sacerdote que está llamado a lavar los pies, a limpiar las miserias que hacen sufrir, a escuchar las crisis emocionales, a sentir el dolor por las esclavitudes, a liberarse, a liberar, a ser juzgado, a la cruz, etc…

 
Palabra del Papa Francisco

 

El servicio. Ese gesto que es una condición para entrar en el Reino de los Cielos. Servir, sí, a todos. Pero el Señor, en aquel intercambio de palabras que tuvo con Pedro (cf. Jn 13,6-9), le hizo comprender que para entrar en el Reino de los Cielos debemos dejar que el Señor nos sirva, que el Siervo de Dios sea siervo de nosotros. Y esto es difícil de entender. Si no dejo que el Señor sea mi siervo, que el Señor me lave, me haga crecer, me perdone, no entraré en el Reino de los Cielos.

Y el sacerdocio. Hoy quisiera estar cerca de los sacerdotes, de todos los sacerdotes, desde el recién ordenado hasta el Papa. Todos somos sacerdotes: los obispos, todos... Somos ungidos, ungidos por el Señor; ungidos para celebrar la Eucaristía, ungidos para servir.

(SANTA MISA IN COENA DOMINIHOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO. Basílica de San PetroJueves Santo, 9 de abril de 2020)


 

Lectura del santo evangelio según san Juan 13, 1-15

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
Estaban cenando; ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro, y este le dice:
«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?».
Jesús le replicó:
«Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde».
Pedro le dice:
«No me lavarás los pies jamás».
Jesús le contestó:
«Si no te lavo, no tienes parte conmigo».
Simón Pedro le dice:
«Señor, no solo los pies, sino también las manos y la cabeza».
Jesús le dice:
«Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos».
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios».
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
«¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros: os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».


Pintura: El lavatorio

El Lavatorio, de Tintoretto, 1548-1549.

Se representa aquí una escena narrada por el Evangelio de Juan, en la que se describe cómo durante la Última Cena, Jesús se levantó de la mesa, se quitó el manto y se ató una toalla a la cintura. Después de echar agua en un recipiente, se puso a lavar los pies a sus discípulos. Simón Pedropretendió negarse, pero al insistir Jesús en que de otro modo no podría tener parte con él, accedió a que le lavase los pies.


El artista representa el episodio antedicho con Cristo y san Pedro en un extremo de la composición. La mayor parte del lienzo está ocupado por la estancia donde se desarrolla la Última Cena, con la mesa y los discípulos en torno a ella. En el centro destaca un perro, y detrás los apóstoles descalzándose o en diversas posturas y escorzos. En un segundo plano se estaría relatando un milagro de san Marcos narrado por Jacobo de la Vorágine en su Leyenda dorada. El extremo de la izquierda está dominado por otro apóstol que se está desatando el calzado, cuya esculturalidad se asemeja a las poderosas anatomías de Miguel Ángel


La composición parece descentrada, con el episodio principal desplazado a un lado del cuadro. Esto se explica por el emplazamiento original del cuadro, en la pared derecha de una estancia alargada; los creyentes verían más cerca precisamente la parte donde estaba Jesús. Además, la mesa está orientada hacia esa zona, de modo que vista la obra desde la derecha, el escorzo de la mesa acentúa el efecto de perspectiva. A ello también contribuye el pavimento de losas con formas geométricas. 


En el fondo de este lado izquierdo se ven arquitecturas clásicas de una ciudad que recuerda a Venecia, con una barquichuela entre canales, en azules y blancos bañados por una luz fría, lo que da un aire un tanto irreal. Los elementos arquitectónicos están inspirados en ilustraciones de Sebastiano Serlio.

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