II Domingo de Pascua (C): “¡Señor mío y Dios mío!” La duda de Tomás el Mellizo
La duda puede ser un principio de muerte a Dios, pero especialmente es para testimoniar la fe personal y comunitaria; ambas son importantes y por ello insustituibles. La fe rompe estructuras, muros, miedos, prejuicios, hipocresías.
II Domingo de Pascua
Año litúrgico 2021 - 2022 - (Ciclo C)
Nuestro "Mellizo" en la fe
No sé de quién aprendí a decir durante la elevación del pan y del cáliz: “Señor mío y Dios mío”. Es como una antífona que me gusta repetir para expresar algo ante la misericordia de Dios, para sentir que mi capacidad cognoscitiva no llega a desvelar los misterios de su resurrección.
Amor sin fronteras
Amarte más allá de la muerte, ser amado hasta la eternidad, romper el tiempo y el espacio por amor. Suena a sentimientos puros y escasos. El amor que se predicó durante la vida sigue mostrándose en una vida distinta.
Si muere un ser querido te llenas la cabeza de preguntas. Después de la resurrección de Jesús sólo podemos desear que suceda lo mismo, que ese ser querido resucite, se manifieste de alguna manera. Esa esperanza nos llena de alegrías e ilusiones y el amor perdure.
Si tú fueras uno de los discípulos estarías pensando que Jesús ya está al lado derecho del Padre, en su gloria, en una contemplación eterna. Y de pronto, se aparece, te busca, sigue alimentando los objetivos comunes, la misión. Incluso, es capaz de mostrarte las marcas de la violencia humana, las heridas de los clavos, el costado herido, o mejor dicho, las huellas de su grande capacidad para amarte.
Se aparece, traspasa los muros, los miedos, las dudas como las de Tomás, el “mellizo”. Además, sus gestos y palabras son interpretados como una nueva creación, - Gén. 2,7- el soplo del Espíritu Santo ahora te hace recobrar la vida y la seguridad en la misión, igual a la encomendada por el Padre, “como el Padre me ha enviado, así también les envío yo” (Jn 20,21).
La paz que necesita el mundo
El saludo de Jesús podría ser una buena intención para los corazones perturbados y los pueblos en guerra. Pero, también es una necesidad real en nuestra vida y en el contexto de aquellos pueblos destrozados por la guerra. Por qué Señor no provocas ya la paz de los pueblos. Cada día se expresan miles de plegarias para que los corazones de los gobernantes caminen hacia la paz, dejen de lado sus intereses económicos y busquen el bien de los que más sufren.
Resulta que el anuncio de la paz es una misión clara de cada persona. Este mundo exige que seamos incansables constructores de paz.
Ver al Señor resucitado
Yo también quiero ver las llagas del Señor. Y no lo digo por mi obstinada incredulidad, tampoco porque sea un empirista burdo, y menos, por ser un ingenuo de pensar que sólo existe lo que se ve. Conceptualmente, la fe es más que lo anterior. Como fuere, debe haber algo de donde pueda agarrarme en esta escalada.
Como seres racionales solemos decodificar los signos, quizá no necesitemos tocar o ver. Cuáles serían los signos que llevaron a Tomás a entender el misterio y hacer su profesión de fe "¡Señor mío y Dios mío!" (Juan 20:28). Sólo sus palabras nos trasportan a una conclusión: reconoce la existencia de Jesús, el Señor, el mismo Resucitado, el hijo de Dios, el Dios tuyo y mío.
Pero la valla es alta: "Porque me han visto, han creído; ¡bienaventurados los que no han visto y han creído!" (Jn 20:29). Esa sensibilidad ante Dios tan fina y convincente. No cabe argumentación, sólo contemplación, oración. Creer por mera intuición, por una fe que mueve la vida, por un golpe interno de gracia, por una lectura sencilla de la Sagrada Escritura, por la escucha y el testimonio,…
Se necesita cambiar los puntos de referencia: las llagas son más las huellas de su grande amor que de la cruel violencia humana, ver a Jesús resucitado es más que ver a un Jesús vuelto a la vida, más que construir muros de protección necesitamos bases para una clara misión, las incoherencias personales también implican a las vivencias de las virtudes comunitarias.
Experiencia comunitaria
En las comunidades de creyentes se suelen tener momentos de oración, de estudio, de trabajo. Sucede que sin una relación común con Dios es muy difícil la personal e íntima.
Tomás, el apóstol conocido por la duda, tiene palabras desesperadas que también podrían ser clamores comunitarios. Su duda y aclaración se desarrollan en un contexto comunitario.
Aunque la comunidad quisiera marginar dicho sentir de Tomás o lavarse las manos, el Resucitado está allí para mostrar recursos simbólicos de cómo enfrentar la duda, la crisis de fe. La luz del Resucitado no puede ser opacada por la hipocresía comunitaria. Tampoco se debe permitir que la experiencia comunitaria sirva para criticar o marginar sino para testimoniar el haber visto/comprendido la nueva presencia de Jesús, Señor misericordioso.
Esta es una lucha contra el individualismo, Tomás sin una comunidad no podría ni siquiera plantearse la duda. Sin la comunidad Jesús es un buen amigo muerto. Desde la autosuficiencia la fe no crece, se entierran las esperanzas y se acaba la misión. Sin la comunidad, el testimonio de los apóstoles no llegaría a nuestros corazones.
Junto a nuestro “Mellizo”, la resignación nunca es la opción; ahora podemos apostar por una resurrección que no es una farsa sino la verdad y el sentido de la misión trazada por el mismo Jesús.
Palabra del Papa Francisco:
Además de la vergüenza y la resignación, hay otra puerta cerrada, a veces blindada: nuestro pecado, el mismo pecado. Cuando cometo un pecado grande, si yo —con toda honestidad— no quiero perdonarme, ¿por qué debe hacerlo Dios? Esta puerta, sin embargo, está cerrada solo de una parte, la nuestra; que para Dios nunca es infranqueable. A él, como enseña el Evangelio, le gusta entrar precisamente “con las puertas cerradas” —lo hemos escuchado—, cuando todo acceso parece bloqueado. Allí Dios obra maravillas. Él no decide jamás separarse de nosotros, somos nosotros los que le dejamos fuera. Pero cuando nos confesamos acontece lo inaudito: descubrimos que precisamente ese pecado, que nos mantenía alejados del Señor, se convierte en el lugar del encuentro con él. Allí, el Dios herido de amor sale al encuentro de nuestras heridas. Y hace que nuestras llagas miserables sean similares a sus llagas gloriosas. Existe una transformación: mi llaga miserable se parece a sus llagas gloriosas. Porque él es misericordia y obra maravillas en nuestras miserias. Pidamos hoy como Tomás la gracia de reconocer a nuestro Dios, de encontrar en su perdón nuestra alegría, de encontrar en su misericordia nuestra esperanza.
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO. Plaza de San Pedro. II Domingo de Pascua, 8 de abril de 2018
Lectura del santo Evangelio según San Juan 20, 19-31
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en
medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
«Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Pintura: Incrédulo Tomás de Bernardo Strozzi
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