XXXI Domingo del tiempo ordinario (B): "Amor y egocentrismo: Cuando el reflejo nos aleja del prójimo y de Dios"
“No estás lejos del reino de Dios”
La vivencia de los mandamientos hace posible una convivencia veraz, pacífica, humana y divina. Es importante cumplir con Dios pero sin olvidar a los demás, y en comunión con los demás sin perder la comunión con Dios.
Rembrandt Harmensz. van Rijn 079
XXXI Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2023 - 2024 - (Ciclo B)
Yo, no estoy lejos del Reino de Dios. Tengo amor, quiero el bien, anhelo la felicidad, busco el éxito, trabajo para progresar. En mi vida el amor está presente, muchos concentran su admiración en las cosas que hago y digo. Tengo la atención y dedicación de quienes me rodean, algunos casi satisfacen mis expectativas. Y es que merezco lo mejor y no me conformo con menos, si me siento triste o brotan mis miedos entonces quién me acompañe no debe ignorarlos. No acepto la envidia de los demás expresada en críticas inaceptables, si no me dan la razón es porque no ven las cosas con claridad. Mi frágil corazón necesita del amor inmediato, no tengo tiempo para perder con problemas de otros, bastante tengo con los míos. Y no entiendo por qué la gente se molesta, si sólo soy sincero. En último caso quien no cumple con las exigencias le retiro mi cariño y mi interés. Se trata de valorarse primero, de amarse primero, de cuidarse primero, "Todo el mundo debería aspirar a ser como yo".
¿Desde cuándo confundimos el amor con egocentrismo?
Es muy inteligente el escriba al remitirse al mandamiento principal de la Ley de Dios. Rompe con las características de los escribas que plantean preguntas tramposas. Éste, Repite y amplía los mandamientos principales, con la disponibilidad tácita a superar la auto-referencialidad, aclara que el amor a Dios y el amor al prójimo son inseparables. Entonces, el óxido de amor propio corroído por el orgullo es roto por una estructura cristiana del amor, del ser humano a Dios y al ser humano.
Para vivir un amor genuino, una persona egocéntrica necesita aprender a salir de sí misma y descubrir el valor de la empatía. La reciprocidad y la entrega. El egocentrismo suele tener el piso resbaladizo, no es como la seguridad y lucidez para avanzar en la fe y la caridad. Es el falso camino de empoderamiento que pone a los otros siempre en segundo lugar. El evangelio no habla del “amor a sí mismo” porque sería la bomba atómica destructora de familias, comunidades y toda presencia humana envenenada por sus ondas expansivas.
Amarme a mí mismo como a mi prójimo
Retomemos el “no estás lejos del Reino de los Cielos”, Jesús reconoce en el escriba un conocimiento suficiente de la Sagrada Escritura, pero le deja claro que la vida misma con Dios y con los seres humanos te lleva al Cielo. Dios te lleva al cielo, tú pones tu corazón, alma y vida, pero no vas solo al cielo. Es el problema de una persona egocéntrica: no se preocupa por el bienestar de otra persona y busca en el amor un espejo que realce su propia imagen; el amor no se basa en la reciprocidad sino en la satisfacción de sus expectativas; idealiza la relación en función de cómo la hace sentir, ignorando las necesidades y realidades del otro; no acepta críticas o límites y limita su crecimiento y la empatía necesarios para una relación genuina y sana; busca gratificación inmediata y se desvincula emocionalmente de quien le pide esfuerzo; condiciona sus afectos por medio de normas y frases que la ubican como víctima, el amor incondicional desaparece. La ruta real del amor es en dos vías, no en un solo sentido: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”
“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas”
En este amor se involucran a todas las dimensiones del ser humano: corazón, alma, mente y fuerzas. No es un amor parcial ni un sentimiento pasajero; es un compromiso integral y profundo que abarca la voluntad, los pensamientos y la acción. Al situar el amor a Dios en este nivel, Jesús revela la relación íntima que Dios quiere establecer con cada persona.
“Ama a tu prójimo como a ti mismo”
Amor a Dios, amor al prójimo, amor con todo mi corazón, alma, espíritu, fuerzas, etc. Esta ecuación inicia con Dios y no es auténtico amor si no se relaciona con el prójimo; y el amor al prójimo no puede prescindir del amor a Dios. Si faltan Dios o el prójimo en la vida y en el amor entonces la persona comienza su crisis humana, de fe, existencial. Pueda que sea exitosa profesionalmente, pero en lo profundo de su vida es un mar de lágrimas, una isla, una burbuja fácil de pinchar. Esto es lo paradójico, prescindir de Dios para ser víctimas de otras burbujas o sujetos rotos, es una vida miserable.
El argumento central de Los Miserables, de Victor Hugo, se centra en la búsqueda de la justicia y misericordia en un contexto de pobreza, marginación y opresión social en la Francia del S. XIX. Jean Valjean ha sido condenado por robar pan, tras cumplir su larga condena intenta rehacer su vida; Pero Javert, inspector rígido, la ley sin piedad, ve a Valjean únicamente como un criminal, incapaz de su transformación moral. Victor Hugo va mostrando en su obra cómo el amor y la bondad son fuerzas transformadoras que permiten a los personajes luchar contra las adversidades, resaltando el valor de la compasión y la esperanza para superar la miseria personal y social.
En conclusión, tenemos un camino que recorrer de la mano de Dios y del prójimo, el mandamiento central es el amor. Podemos ser felices sirviendo al prójimo en nombre de Dios y amando a Dios respetando en el prójimo su dignidad de hijo de Dios.
Palabra del papa Francisco
Dios, que es amor, nos creó por amor y para que podemos amar a los demás permaneciendo unidos a Él. Sería ilusorio afirmar que amamos a nuestro prójimo sin amar a Dios; y sería igualmente ilusorio pretender amar a Dios sin amar a nuestro prójimo. Las dos dimensiones del amor, a Dios y al prójimo, en su unidad caracterizan al discípulo de Cristo. ¡Que la Virgen María nos ayude a recibir y a dar testimonio de esta enseñanza luminosa en la vida cotidiana!
Ángelus, 4 de noviembre de 2018
Lectura del santo Evangelio según San Marcos 12, 28b-34
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
«¿Qué mandamiento es el primero de todos?».
Respondió Jesús:
«El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser”. El segundo es este: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. No hay mandamiento mayor que estos».
El escriba replicó:
«Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:
«No estás lejos del reino de Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
Pintura: 🎨
Rembrandt Harmensz. van Rijn 079
Moisés rompiendo las Tablas de la Ley es una pintura al óleo sobre lienzo realizada en 1659 por Rembrandt.1
La obra está firmada y fechada "REMBRANDT F. 1659." y se representa a Moisés con las tablas de la ley por encima de su cabeza, con los mandamientos escritos en hebreo (el artista fue ayudado seguramente por amigos judíos).2
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