XXX Domingo del tiempo ordinario (Ciclo B): "Bartimeo: la fe que ve más allá de la ceguera y el camino al discipulado"

"Hijo de David, ten compasión de mí"

 

Bartimeo recibe dos milagros: sus ojos enfermos vuelven a mirar, y la vista del espíritu le lleva a acompañar a Jesús en su camino a la cruz.

 

Bartimeo

 

XXX Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2023 - 2024 - (Ciclo B)

 

La vista corporal y espiritual le ayudan a profundizar en su fe, perseverancia y misericordia de Dios. Bartimeo se entera de que Jesús está pasando y no dejará de seguirlo.

 

Un ciego con visión

La pregunta obvia en el caso de Bartimeo puede servirte. “¿Qué quieres que haga por ti?” ¿Qué le pedirías a Jesús? Tienes la libertad de pedirle lo que quieras, la conciencia de saber aquello que nos hace falta es respetada. ¿Qué es lo que quieres? Tu deseo personal, radica en lo más íntimo y del cual estás más consiente. Además, sabes de todo lo que es capaz Jesús, entonces tus peticiones serán escuchadas. Cuáles son tus auténticas necesidades, aquellas que necesitan de la mano divina.

 

Se suele decir que las preguntas muestran el nivel de inteligencia de las personas, pero las respuestas aún más. Bartimeo responde con una petición específica: “Maestro, que recobre la vista”. El ciego limosnero reconoce en Jesús al gran cirujano, capaz de quitarle las cataratas o el glaucoma. Quiere recobrar la vista, volver a ver todo lo que en un momento vio. Con voz alta y sin importar el comportamiento de los otros reconoce que en algún momento dejó de ver, perdió la orientación, se quedó al borde del camino.

 

Un limosnero con gran riqueza

Pedir limosna es como el recurso indigno al que un hombre puede llegar; significa no poder generar recursos para el pan de cada día, ya sea por accidente o incapacidad, no se trata de un despojo voluntario. Se ve todavía en la realidad de las calles un tipo de marginación y exclusión de la sociedad. Por ejemplo, cuando te presentas en una reunión hay ojos que escanean las marcas de zapatos y ropa que usas, no sólo en el mundo civil sino también en el religioso. No podemos dejar de reflexionar sobre cómo Bartimeo sigue siendo excluido social y religiosamente; el afán del vivir con un burgués superficial aleja lo fundamental: el amor, la fe, el prójimo.

 

El clamor de Bartimeo nace de su profunda necesidad, del dolor de haber perdido lo que tenía, pero al percibir al Mesías confía en que recibirá más allá de sus fuerzas. El tenor de su grito conlleva una profesión de fe: “Hijo de David”, es decir, Hijo de Dios, Mesías esperado. La multitud intenta callarlo y Bartimeo persiste. Es un hombre audaz y con una fe madura. Actualmente, no tenemos limosneros con una voz que incomode a las multitudes y no tema clamar en un entorno adverso que busque desanimarlo y minimizarlo. Como Bartimeo estás llamado o llamada a clamar con fe el poder transformador de Dios.

 

El ciego Bartimeo es un discípulo

 

Los apóstoles han recibido un llamado, los discípulos siguen a Jesús. “Ánimo, levántate; te llama” es la voz de la multitud que ahora no impide que Jesús lo haga visible. El contrate es claro, la multitud ha mostrado su capacidad para pasar de la indiferencia y el rechazo inicial a dar atención y amor.

 

Jesús le dice al ciego limosnero: “tu fe te ha salvado”. Así queda restaurado en cuerpo y espíritu. Bartimeo ya puede ver, y esta oportunidad no la quiere gastar buscando trabajar para enriquecerse ni quedarse en Jericó, decide cerrar el círculo del sin sentido y mejorar su visión futura: hacerse discípulo de Jesucristo y seguirle en su camino a la cruz, ya no al borde, sino consiente de que su riqueza, pureza y seguridad está en el camino con Jesús.

 

Finalmente somos como el Bartimeo, ciegos y mal olientes capaces de gratitud y compromiso. Solo la fe y el amor de Dios nos pueden restaurar los caminos de la vida. Necesitamos de la perseverancia en saber expresar nuestras intenciones, Jesús escucha nuestro grito y nos sigue preguntando: “¿Qué quieres que haga por ti?”

 

Palabra del papa Francisco

Bartimeo es un hombre perseverante. Alrededor de él había gente que explicaba que implorar era inútil, que era un vocear sin respuesta, que era ruido que molestaba y basta, que por favor dejase de gritar: pero él no se quedó callado. Y al final consiguió lo que quería.

Más fuerte que cualquier argumento en contra, en el corazón de un hombre hay una voz que invoca. Todos tenemos esta voz dentro. Una voz que brota espontáneamente, sin que nadie la mande, una voz que se interroga sobre el sentido de nuestro camino aquí abajo, especialmente cuando nos encontramos en la oscuridad: “¡Jesús, ten compasión de mí! ¡Jesús, ten compasión mi!”. Hermosa oración, ésta.

 

Audiencia general del 6 de mayo de 2020 - Catequesis: 1. El misterio de la oración | Francisco

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos 10,46-52

En aquel tiempo, al salir Jesús de Jericó con sus discípulos y bastante gente, un mendigo ciego, Bartimeo (el hijo de Timeo), estaba sentado al borde del camino pidiendo limosna. Al oír que era Jesús Nazareno, empezó a gritar:
«Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí».

Muchos lo increpaban para que se callara. Pero él gritaba más:
«Hijo de David, ten compasión de mí».

Jesús se detuvo y dijo:
«Llamadlo».

Llamaron al ciego, diciéndole:
«Ánimo, levántate, que te llama».
Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.

Jesús le dijo:
«¿Qué quieres que te haga?».

El ciego le contestó:
«“Rabbuní”, que recobre la vista».

Jesús le dijo:
«Anda, tu fe te ha salvado».
Y al momento recobró la vista y lo seguía por el camino.

 

Pintura 🎨

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