"Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer"
La anunciación de José, María es inmaculada; Dios tiene a María y José para su proyecto de salvación a la humanidad. Hoy te tiene a ti para salvar al niño.
El sueño de San José de Francisco Goya
IV Domingo de Adviento - Año litúrgico 2025 - 2026 - (Ciclo A)
La confianza de José y María
La Anunciación a José nos introduce en el misterio de una confianza silenciosa y obediente. María, la Inmaculada, y José, el justo, son elegidos por Dios para colaborar en su proyecto de salvación. Dios confía en ellos… y hoy también confía en nosotros para custodiar la vida del Niño.
La historia de una promesa
El profeta Isaías narra una promesa hecha al rey Acaz en un momento de profunda amenaza para Jerusalén:
«El Señor mismo les dará una señal: la joven está encinta, dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, Dios-con-nosotros» (Is 7,14).
Esta profecía, pronunciada hacia el año 733 antes de Cristo, fue acogida y transmitida en la tradición de Israel, y los primeros cristianos la reconocieron plenamente cumplida en Jesucristo.
El evangelio nos muestra cómo esta promesa se concreta en la vida de José. En sueños, Dios disipa sus dudas y le revela el origen divino del embarazo de María. José acepta a María como esposa, pone nombre al Niño, y asume la misión de darle alimento, protección y cuidado. Así, la promesa se hace historia concreta en una familia humilde.
Confiar en la promesa
La confianza de José no fue sencilla. Humanamente, le resultaba difícil comprender cómo aquella joven buena, obediente y fiel podía estar encinta. A esto se suma una revelación aún más exigente: el hijo que nacerá es el Salvador. Sin embargo, José confía en Dios y se deja conducir por su Palabra.
Hoy, cuando la Navidad se acerca, también nosotros podemos experimentar dudas, distracciones y desorientación. El ruido del consumismo, la publicidad y el ritmo acelerado de este tiempo pueden opacar el sentido profundo de la espera. Sin embargo, la promesa permanece: el Niño viene a salvarnos, a transformar nuestras incertidumbres en caminos de paz y de alegría.
María, la joven de Nazaret, y la Iglesia entera llevan en su seno el gran misterio de la historia: el amor infinito de Dios hecho carne. Tal vez no siempre comprendamos todo lo que dice o hace la Iglesia, pero podemos confiar en la promesa de Dios, en ese Niño que nació, creció y sigue saliendo a nuestro encuentro.
El pesebre en tu casa
Confiar implica también acoger. Nuestra casa está llamada a ser un pesebre donde Jesús encuentre calor frente al frío más duro: la indiferencia. Así como José lo dio todo para proteger la vida del Niño y María ofreció su juventud al servicio del plan de Dios, también nosotros estamos invitados a hacer espacio a Cristo en nuestra vida cotidiana.
Cada hogar puede convertirse en ese lugar sencillo donde Jesús crece —como crecemos nosotros— en lo humano, lo afectivo y lo espiritual. Seamos padres o hijos, madres o hermanos, todos formamos parte de ese pesebre que recibe al Señor.
El pesebre no se llena de objetos ni de lujos. No necesita juguetes costosos, tecnologías de última generación ni apariencias vacías. Su riqueza es otra: fe, bondad, humanidad, perdón y amor. Sin Jesús no hay Navidad; sin el Niño, no nace la esperanza.
Que esta Navidad llegue a nuestra vida colmada de fe y de amor, de alegría y de reconciliación. Porque en Navidad nace el Amor, nace Dios con nosotros.
Lectura del santo evangelio según san Mateo 1, 18-24
La generación de Jesucristo fue de esta manera:👉
María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:
«José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados».
Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que habla dicho el Señor por medio del profeta:
«Mirad: la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán por nombre Emmanuel, que significa “Dios-con-nosotros”».
Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer.
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