¿Son pocos los que se salvan?
En el evangelio de hoy alguien le pregunta a Jesús: “¿Son pocos los que se salvan?” La respuesta sorprende: Jesús no da una estadística ni un número. Él no habla de cantidad, sino de actitud. No dice “muchos” o “pocos”; dice más bien: “Esfuércense por entrar por la puerta estrecha”.
La pregunta, entonces, no es si serán muchos o pocos, sino: ¿estaré yo entre los que entran? ¿Seré de los primeros o de los últimos?
XXI Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)
Cantidad y eternidad
La puerta es estrecha, sí, pero el corazón de Dios es inmensamente ancho. Jesús nos invita a entrar, y Dios siempre espera con paciencia, con compasión, con misericordia. La eternidad no es como una salida de emergencia en medio de un incendio o un terremoto; no es una huida. La eternidad es un umbral, es el paso hacia la plenitud del amor de Dios.
Nuestra vida terrena es breve, frágil, limitada. Por eso, la eternidad se convierte en una oportunidad de plenitud: allí donde nuestro tiempo acaba, comienza el tiempo de Dios. Y nada puede limitar el amor eterno de Dios, salvo la dureza de nuestro propio corazón.
El olvido y la gratitud
El evangelio nos deja también una advertencia fuerte: algunos llamarán a la puerta y escucharán: “No sé quiénes son ustedes”. Son palabras duras, que parecen chocar con la infinita misericordia de Dios. Pero nos invitan a reflexionar: ¿acaso no hemos vivido como si Dios no fuera necesario en nuestra vida? ¿Cómo pedirle que nos abra la puerta al final si nunca lo buscamos en el camino?
El verdadero drama no es que Dios olvide nuestro nombre, sino que nosotros olvidemos el suyo. Quien vive sin Dios corre el riesgo de encontrarse un día sin lugar, sin comunidad, sin cielo.
El hoy de la salvación
Pero Jesús no nos deja en el miedo, sino en la esperanza. Somos capaces de pensar en la eternidad, en el cielo, en la vida futura… ¿y por qué no vivir ya hoy una “chispa de cielo”? Cada gesto de gratitud, de justicia, de solidaridad es una manera de ir entrando por la puerta estrecha.
Por eso, no posterguemos. La vida cristiana no se improvisa al final, se construye cada día en fidelidad y amor.
Conclusión
Hoy, al escuchar este evangelio, toca preguntarnos: ¿estoy caminando hacia esa puerta? ¿reconocerá Dios mi nombre cuando la toque? ¿Soy manso y humilde de corazón?
Pidamos a Santa Rosa de Lima, patrona de nuestra tierra, que interceda por nosotros para que vivamos con humildad, gratitud y confianza. Que, cuando llegue el momento, el Señor abra la puerta y nos diga: “Bienvenido, entra en la alegría de tu Señor”.
Palabras del Papa Francisco
"Que nos ayude en esto la Virgen María. Ella ha pasado por la puerta estrecha que es Jesús. Ella lo acogió con todo su corazón y lo siguió todos los días de su vida, incluso cuando ella no lo entendía, aun cuando una espada atravesaba su alma. Por eso la invocamos como la “Puerta del Cielo”: María, la Puerta del Cielo; una puerta que refleja exactamente la forma de Jesús: la puerta del corazón de Dios, un corazón exigente, pero abierto a todos nosotros."
Angelus, 25 de agosto de 2019