Homilía y Reflexión

Homilía para "Reflexionar la vida terrena a la luz de la Sagrada Escritura"

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"Destruid este templo, y en tres días lo levantaré"

El templo de su cuerpo, el templo de Cristo y el nuestro. No más sustitutos: un culto vivo no consiste en ofrendar animales. El culto vivo es con seres humanos capaces de interactuar con Dios y el prójimo.

Expulsión del templo
Expulsión de los mercaderes del Templo, de Enrique Simonet.

Dedicación de la Basílica de Letrán

Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)

Jesús, ofrenda y templo

La escena del Evangelio es contundente: Jesús purifica el templo y, ante el escándalo, declara que el verdadero santuario es su propio cuerpo. No viene a mejorar un sistema de ofrendas; viene a ser la ofrenda. Si uno estuviera en el templo con la tórtola o el buey en la mano, Jesús parecería decir: “No traigas sustitutos: entrégate tú”. El culto nuevo no se compra ni se negocia: nace del don total de Cristo, y nos invita a ofrecernos con Él.

Contra el culto vacío

Jesús no prohíbe la oración ni el templo. Denuncia el vaciamiento del culto cuando se vuelve trámite, comercio o apariencia: cuando falta el corazón contrito, la escucha de la Palabra y la autenticidad ante Dios. Un perro atado a la puerta no reza por su dueño. El culto cristiano es personal y verdadero, o no es.

“Destruyan este templo…”

La novedad de Jesús no es un rito más puro, sino un templo resucitado. “Destruyan este templo, y en tres días lo levantaré”: hablaba de su cuerpo. En Cristo, Dios y el hombre se encuentran para siempre. Por eso el culto nuevo no consiste en poner carne al brasero para aplacar a Dios, sino en dar la vida y servir al hermano. Donde hay entrega por amor, allí el Resucitado levanta su templo.

Tú eres la ofrenda

En el bautismo fuimos hechos templos del Espíritu. Por eso, ante cada Eucaristía, el Señor nos susurra: “Trae tu vida al altar”. No bastan cosas en lugar del corazón:

Tu tiempo, cuando acompañas a quien sufre.

Tu paciencia, cuando eliges escuchar.

Tu perdón, cuando rompes cadenas de rencor.

Tus bienes, cuando comparten justicia y misericordia.

Eso es culto “en espíritu y en verdad”.


Señor Jesús, templo verdadero del Padre,

purifica mi corazón de todo comercio y apariencia.

Enséñame a ofrecerme contigo, sin sustitutos:

que mi oración sea verdad,

mi fe, servicio,

y mi vida, ofrenda viva para la gloria de Dios

y el bien de mis hermanos. Amén.


Palabra del Papa Francisco

 ¿Le permito que haga limpieza de todos los comportamientos contra Dios, contra el prójimo y contra nosotros mismos, como hemos escuchado hoy en la primera lectura? Cada uno puede responder a sí mismo, en silencio, en su corazón. «¿Permito que Jesús haga un poco de limpieza en mi corazón?». «Oh padre, tengo miedo de que me reprenda». Pero Jesús no reprende jamás. Jesús hará limpieza con ternura, con misericordia, con amor. La misericordia es su modo de hacer limpieza. Dejemos —cada uno de nosotros—, dejemos que el Señor entre con su misericordia —no con el látigo, no, sino con su misericordia— para hacer limpieza en nuestros corazones. El látigo de Jesús para nosotros es su misericordia. Abrámosle la puerta, para que haga un poco de limpieza.

Angelus. 8 de marzo de 2015

Lectura del santo evangelio según san Juan 2,13-22

Se acercaba la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.

Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas, y a los cambistas sentados; y, haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:

«Quitad esto de aquí; no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.»

Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: «El celo de tu casa me devora.»

Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: 

«¿Qué signos nos muestras para obrar así?»

Jesús contestó:

«Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.»

Los judíos replicaron:

«Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?»

Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.


“ Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá ”

Hemos celebrado a Todos los Santos y hoy rezamos por nuestros difuntos. Muchos de ellos son santos de la puerta de al lado: con su vida nos mostraron la fe y la fuerza de la esperanza. La resurrección de Lázaro (Jn 11) nos ayuda a mirar la muerte sin maquillarla… y a mirarla con Jesús.

Resurrección Lázaro

Resurrezione di Lazzaro, Duccio

Conmemoración de todos los fieles difuntos

Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)


Jesús no solo promete la resurrección: la empieza donde alguien ama hasta darse.

“Si pudiera volver…”: dar la vida por amor

Cuando se muere alguien que amamos, algo dentro de nosotros grita: “¡Señor, devuélvelo!”. Imagina que Dios te respondiera: “Sí… pero a cambio de tu propia vida”. Suena duro, pero ahí está el corazón del Evangelio: Jesús pide la vida de Lázaro… entregando la suya. Después de resucitarlo, deciden arrestarlo y matarlo. El amor verdadero paga en primera persona.

Mírate con este horizonte: tu vida, ofrecida, puede abrir caminos de eternidad para otros. No es teatro; es el precio del amor.

Jesús llora: tus lágrimas también son oración

“Jesús lloró” (Jn 11,35). No recita frases hechas, llora por su amigo.

Tus lágrimas por mamá, por ese hermano, por el buen vecino… son oración. Salen de las entrañas y Dios las recoge. No te saltes el duelo; llora con Jesús. Reclámale si hace falta. Él no se ofende: te abraza.

La fe no es un canje

Creer no es decir: “Si te creo, me devuelves a mi muerto”. La fe no es trueque. Después de la Pascua de Jesús, no esperamos resurrecciones “de laboratorio”, sino la Resurrección definitiva.

Entonces, ¿para qué creer? Para no estar solos en el valle de lágrimas, para descubrir que la muerte no tiene la última palabra, para empezar ya una vida que no termina.

“Yo soy la Resurrección y la Vida… ¿crees esto?”

Marta piensa en “el último día”. Jesús la trae al hoy: “Yo soy… el que cree en mí, aunque muera, vivirá; y el que vive y cree en mí no morirá para siempre” (Jn 11,25-26).

La vida eterna no empieza cuando nos entierran: empieza cuando nos unimos a Cristo. Quien se pega a Él, ya no se separa, ni la muerte puede romper ese abrazo.

Cómo vivir este Día de Difuntos (y todos los días)

Di sus nombres en voz alta ante el Señor. Agradece un gesto, una frase, un plato, una risa. La memoria agradecida cura.

Ofrece algo concreto por ellos: una misa, una obra de misericordia, reconciliarte con alguien. El amor se hace visible.

Lee el capítulo 11 de Juan en casa. Subraya tres verbos de Jesús: vino, lloró, gritó “¡Lázaro, sal fuera!”. Pídele que te llame a ti fuera de lo que huele a muerte.

Construye eternidad hoy: perdona, sirve, comparte. Cada acto de amor desata vendas.

Para quien extraña

Extrañamos escucharlos, verlos, incluso que nos regañen. Está bien decirle a Jesús: “Los necesito”. Y pedirle esto: rompe la frontera. No con milagros espectaculares, sino con su presencia: de espíritu a espíritu, de alma a alma, en la comunión de los santos.

Oración final

Señor Jesús,

que lloraste a tu amigo Lázaro y lo llamaste por su nombre,

mira nuestras lágrimas y conviértelas en confianza.

Abraza a nuestros difuntos y purifica lo que falte con tu misericordia.

Llama también nuestro nombre: sácanos fuera del rencor, del miedo y de la fe cansada.

Que, unidos a Ti, empecemos hoy la vida que no termina.

Amén.


Palabra del Papa Benedicto XVI

“En realidad, esta página evangélica muestra a Jesús como verdadero hombre y verdadero Dios. Ante todo, el evangelista insiste en su amistad con Lázaro y con sus hermanas Marta y María. Subraya que «Jesús los amaba» (Jn 11, 5), y por eso quiso realizar ese gran prodigio. «Lázaro, nuestro amigo, está dormido: voy a despertarlo» (Jn 11, 11), así les habló a los discípulos, expresando con la metáfora del sueño el punto de vista de Dios sobre la muerte física: Dios la considera precisamente como un sueño, del que se puede despertar.”

Ángelus, 9 de marzo de 2008


Lectura del santo evangelio según san Juan 11, 17-27

Cuando Jesús llegó a Betania, Lázaro llevaba ya cuatro días enterrado. Betania distaba poco de Jerusalén: unos quince estadios; y muchos judíos habían ido a ver a Marta y a María para darles el pésame por su hermano.

Cuando Marta se enteró de que llegaba Jesús, salió a su encuentro, mientras María se quedó en casa. Y dijo Marta a Jesús:

«Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero aún ahora sé que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».

Jesús le dijo: 

«Tu hermano resucitará».

Marta respondió:

«Sé que resucitará en la resurrección en el último día».

Jesús le dijo:

«Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá; y el que está vivo y cree en mí, no morirá para siempre. ¿Crees esto?».

Ella le contestó:

«Sí, Señor: yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo».


"Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido"

No es suficiente, preguntarnos cuánto rezamos, debemos preguntarnos también cómo rezamos, o mejor, cómo es nuestro corazón: es importante examinarlo para evaluar los pensamientos, los sentimientos, y extirpar arrogancia e hipocresía.

publicano y fariseo

Parábola del fariseo y el publicano. Adrian Collart • Grabado, 1643, 20.8×26.5 cm

XXX Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)

¿Cómo es tu oración en el templo?

Jesús nos regala hoy una escena sencilla y luminosa: dos personas oran en el templo. Como en nuestras comunidades, algunos oran con recogimiento; otros se distraen mirando de reojo al prójimo. El templo -y cualquier rincón de silencio- es lugar de encuentro íntimo con Dios. No se trata de una gran celebración; es ese momento personal donde el alma se sabe mirada y amada.

¿Qué podemos pedirle a Dios?

Depende de tu camino, pero casi siempre necesitamos humildad, paciencia y claridad. La vida trae desafíos que hacen crecer nuestras virtudes. Pidamos un corazón como el del publicano: sincero, sin excusas, que reconoce su pobreza y se abandona a la misericordia. Cuidémonos del corazón del fariseo: mucha palabra, poca escucha; mucha comparación, poca verdad.

Dos estilos, dos resultados

Jesús utiliza las figuras conocidas de su tiempo. Los fariseos, austeros y religiosos, podían caer en la soberbia y la hipocresía. Los publicanos, marcados por el dinero y el poder, conocían también la vergüenza y el desprecio. Dos extremos que revelan un mismo drama: cuando falta la verdad del corazón, la oración se vacía.

Pero el Evangelio es claro: “Éste bajó a su casa justificado: el publicano.” (cf. Lc 18,14) No porque fuera perfecto, sino porque se dejó mirar por Dios y le pidió perdón con verdad. La justificación es don: no la logramos con argumentos de “santidad”, la recibimos por gracia cuando nos presentamos humildes.

La historia del fariseo y el publicano es para un auditorio que sabe sopesar su vida en ese vaivén del materialismo y el falso espiritualismo, del arrepentimiento y el orgullo, de la mala fama y de la hipocresía.

¿Quién se justificó?

Ninguno. El único que justifica es Dios, los demás sólo tenemos que pedir con una oración sincera y una vida coherente que llegue la justificación de Dios..  

Orar de verdad

– Deja de compararte: Dios no te mide contra nadie.

– Di la verdad: “Señor, ten piedad de mí”. Nómbrale tus sombras y tus anhelos.

– Escucha: haz silencio para que Su misericordia te pacifique por dentro.

– Continúa el día distinto: la oración auténtica se nota en la vida.

Para esta semana

Entra al templo de tu corazón cada día unos minutos. Repite con sencillez: “Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí.” Deja que esa oración te haga bajar a casa justificado: más libre, más humilde y más hermano.

Palabra del papa Francisco

Jesús concluye la parábola con una sentencia: «Os digo que este —o sea el publicano — bajó a su casa justificado y aquel no. Porque todo el que se ensalce, será humillado; y el que se humille, será ensalzado» (v. 14). De estos dos, ¿quién es el corrupto? El fariseo. El fariseo es precisamente la imagen del corrupto que finge rezar, pero sólo logra pavonearse ante un espejo. Es un corrupto y simula estar rezando. Así, en la vida quien se cree justo y juzga a los demás y los desprecia, es un corrupto y un hipócrita. La soberbia compromete toda acción buena, vacía la oración, aleja de Dios y de los demás.

Audiencia General, 1 de junio de 2016

 Lectura del santo evangelio según San Lucas 18, 9-14

En aquel tiempo, Jesús dijo esta parábola a algunos que se confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:

«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:

“¡Oh Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.

El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo:

“Oh Dios!, ten compasión de este pecador”.

Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».


Pintura

Parábola del fariseo y el publicano

Adrian Collart • Grabado, 1643, 20.8×26.5 cm



“Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?”


En los esfuerzos de cada día te llega este mensaje poderoso para avivar tu interioridad y perseverar en la oración. Y, como nunca, necesitamos orar por la justicia, para que Dios llegue a esos corazones que no temen a Dios ni les importa el ser humano.

Ilustración de la Parábola del juez injusto (Lucas 18:1-9), realizada por John Everett Millais para la obra The Parables of Our Lord (1863).

XXIX Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)


Orar por los seres humanos que conoces

En tu oración, piensa en las personas que Dios ha puesto en tu vida: las que te animan y también las que te ponen a prueba. Aquellas personas que llegaron a tu vida como un regalo, incluso, podrías decir, como un desafío; focalízalas en tu vida. Encuentras diversidad de caracteres y de cómo valoran la amistad. En primer lugar, tómalo como una experiencia de aprendizaje, dale siempre el calor edificante, la conciencia de que hay aspectos que no están en tu mano modificarlas, sólo Dios tiene ese poder. En segundo lugar, valóralo, Dios te las puso por algo, todas son parte de tu camino espiritual. Aprende de cada una, valora su presencia y pregúntale a Dios:  “¿Qué quieres enseñarme a través de esta persona?”; puedes decir: “quien encuentra un amigo o amiga encuentra un tesoro”.

Tal vez recuerdes a quienes te buscan sólo cuando necesitan algo, o a quienes se alejan en tus momentos difíciles. No dejes que eso apague tu oración. Orar por los demás, incluso por los ingratos, te hace libre y te acerca más al corazón de Dios.

Tu Dios es como tus amigos

La parábola quiere indicar justamente que no tratemos a Dios como un amigo interesado o malagradecido. Si Dios escucha sólo peticiones, no consultas, ni conversaciones de discernimiento, se sentirá como tú cuando te sientes utilizado.

¿vale la pena orar a Dios? ¿es importante orar por tus amigos, incluso los más utilitaristas? 

La oración se compone de palabras que salen de tu corazón, de manera espontánea. Para ello necesitas decirlas en silencio, ante el Santísimo, en un momento propicio. No son palabras mágicas ni una clave secreta para obtener favores. Tus dones de orador (de oratoria) no son necesarios para ser orante, hacer oración.

Puedes orar por los duros de corazón, los indiferentes, los heridos y no sanados, los orgullosos, los que han perdido el sentido de humanidad.

Postergas a Dios y Dios no te posterga

La perseverancia en la petición al Juez nos indica cómo la insistencia capta la atención. Es casi normal, parece un juez perezoso, no quiere salir de su confort. Es un juez que gestiona la justicia, de manera soberbia, no le interesa ejecutarla, y menos si se trata de una viuda paupérrima.

La petición de la mujer es justa, el juez no tiene razones para postergarla; pero una viuda no tiene el poder de un pueblo unido, está desprotegida, víctima frecuente de abusos. 

Las personas que no se interesan en Dios ni reconocen la dignidad del ser humano, de su prójimo, tienen ese complejo dañino para la sociedad y para su propio espíritu; aunque lo quieran anular, Dios habita en lo profundo de su conciencia, y en algún momento reaccionarán.

Finalmente el juez responde con asco, desnaturalizando su función; es realmente el juez que hace justicia pero que no es justo. Eso es la tragedia de la soberbia. Jesús lo pone claro: si este juez con un corazón más duro que la piedra respondió, cuanto más responderá Dios que te ama tanto, que entregó su vida por ti. 

Oración por la Justicia y la paz

Los jueces perezosos no quieren construir humanismo. Necesitamos perseverar, insistir en nuestras oraciones. Los jueces traducidos en líderes mundiales nos están dando muchas largas para construir una sociedad justa, sin corrupción, sin violencia. 

Persevera. Insiste. Confía. Las oraciones verdaderas siempre llegan, aunque sea al último instante.

¿Cuál es tu plegaria más profunda  hoy?

.......

Palabra del papa Francisco

“La viuda que se dirige al juez para que la ayude a obtener justicia. Este juez es corrupto, es un hombre sin escrúpulos, pero al final, exasperado por la insistencia de la viuda, decide complacerla (cfr. Lc 18,1-8). Y piensa: “Es mejor que le resuelva el problema y me la quito de encima, y así no viene continuamente a quejarse delante de mí”. Esta parábola nos hace entender que la fe no es el impulso de un momento, sino una disposición valiente a invocar a Dios, también a “discutir” con Él, sin resignarse frente al mal y la injusticia.”

Audiencia General, 11 de noviembre de 2020 

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 18, 1-8

En aquel tiempo, Jesús decía a sus discípulos una parábola para enseñarles que es necesario orar siempre, sin desfallecer.

«Había un juez en una ciudad que ni temía a Dios ni le importaban los hombres.

En aquella ciudad había una viuda que solía ir a decirle:

“Hazme justicia frente a mi adversario”.

Por algún tiempo se estuvo negando, pero después se dijo a sí mismo:

“Aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”».

Y el Señor añadió:

«Fijaos en lo que dice el juez injusto; pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que claman ante él día y noche?; ¿o les dará largas? Os digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará esta fe en la tierra?».


Ilustración de la Parábola del juez injusto (Lucas 18:1-9), realizada por John Everett Millais para la obra The Parables of Our Lord (1863). En ella, una viuda arrodillada pide la atención de un juez quien, sentado en su lujoso asiento y medio hundido en cojines, mira en otra dirección. Alrededor del juez se encuentran varios secretarios, uno de los cuales busca disuadir a la viuda para que desista de su petición.


“Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”

Jesús no solo cura, también salva. Diez leprosos fueron sanados, pero solo uno regresó agradecido, descubriendo en Jesús al Salvador. La verdadera fe no se queda en recibir favores, sino que nace de la gratitud y se arraiga en el amor que transforma la vida. La pregunta queda abierta: ¿nos conformamos con ser curados… o buscamos también ser salvados?


Jesus Healing the Leper by Jean-Marie Melchior Doze

XXVIII Domingo del tiempo ordinario (C) 


Ser curado y no salvado

Durante la etapa más dura de la pandemia del Covid-19, cuando la muerte golpeaba con más fuerza, muchos no podían dar cristiana sepultura a sus seres queridos. Aun con el dolor en el corazón, se comprendía a quienes no reclamaban el cuerpo de un familiar por miedo al contagio. Aquella experiencia nos dejó una herencia: hoy somos más cautelosos para dar la mano o un abrazo fraterno. La prevención, necesaria en su momento, se convirtió poco a poco en hábito. Pero también, sin darnos cuenta, fue abriendo paso a otra pandemia silenciosa: la soledad; evitar a los demás.


Jesús y los leprosos

¿Qué escandalizó en la relación de Jesús con los leprosos?

Que no los saludaba desde la distancia de un altar, ni subido a una roca, ni desde la altura de su majestad divina. Jesús se acercaba. Escuchaba el grito de los leprosos y respondía. Era el Pastor que huele a oveja, el que no teme mancharse con la miseria de los suyos.

Cada uno de nosotros puede identificarse con aquellos leprosos y gritar: “Jesús, ten compasión de mí”. Y lo asombroso es que Él viene, escucha, habla contigo, te muestra un camino de sanación y después te deja libre. No te obliga a ser agradecido. Simplemente te devuelve la dignidad, te incluye.


¿Qué significa ser sanado por Jesús?

Significa recuperar la igualdad perdida, volver a ser parte de la familia, de la comunidad, de la asamblea. Es volver a tener lugar en la sociedad y ante Dios.

Los discípulos de Jesús también necesitaban aprender esto. Querían orar mejor, tener más fe, seguir al Maestro, pero muchas veces lo hacían de forma mecánica, sin comprender a fondo. El evangelio los coloca en camino, no desde Galilea hacia Samaria, sino al revés: primero Samaria, luego Galilea. Como si dijera: el verdadero camino del discipulado empieza en la periferia, en la tierra de los despreciados, en los que adoran a Dios en otro monte.

Así, los discípulos —y nosotros— estamos llamados a aprender de la fe confiada de los leprosos y de la gratitud inesperada del samaritano.


Nueve curados, uno salvado

La pregunta resuena: ¿Solo uno volvió agradecido?

Nuestro prejuicio rápido juzga a los nueve ingratos. Pero el texto nos invita a mirar más profundo. Jesús mismo, el único Salvador, caminaba espiritualmente solo, sus discípulos no comprendían bien su misión en Jerusalén. Los nueve cumplían la Ley, volvían a los suyos, seguían su tradición. Pero lo hacían desde prejuicios que, aun sanados, no les permitían reconocer al Salvador.

Solo uno rompió esquemas. Volvió sobre sus pasos, se arrodilló, alabó a Dios y reconoció en Jesús no solo a un sanador, sino al Hijo de Dios. Fue curado, sí, pero sobre todo fue salvado.

Y aquí se nos plantea la pregunta incómoda:

- ¿Somos de los que reciben favores pero se olvidan del Dador?

- ¿De los que han sido curados, pero no buscan la salvación?

- ¿O de los que, agradecidos, reconocen en Jesús al Salvador y abren la vida a su amor?


La lepra de hoy

Te suena: evitar a los demás, auto-referencia, corrupción,... La lepra no siempre es visible. A veces se manifiesta en heridas interiores: baja autoestima, soledad, depresión, incapacidad de creer en nosotros mismos. Otras veces somos nosotros quienes “leprosamos” a los demás con miradas que juzgan, con comunidades que marginan, con estructuras religiosas que prefieren la tradición muerta al soplo del Espíritu, o incluso, las que han perdido el mínimo espíritu original.

Lo triste es que, en el camino de Samaria a Galilea, los que se llaman creyentes muchas veces han ahogado el oxígeno de la fe viva bajo el peso de lo acostumbrado: “siempre se ha hecho así”. Jesús, en cambio, abre caminos nuevos.


Encontrarse con Cristo en la lepra

“Y le salieron al encuentro unos leprosos” (Lc 17,12). En otra ocasión, “Jesús tocó al leproso” (Lc 5,13). Él se deja encontrar en el umbral más oscuro del sufrimiento humano. Desde la cruz, nos invita a buscar su rostro en los enfermos, en los descartados, en quienes sufren.

San Juan Pablo II lo decía con fuerza: el ejemplo de Cristo debe animarnos a perseverar en la cercanía, incluso allí donde el miedo o los prejuicios levantan muros. Aunque nuestros esfuerzos parezcan inútiles, no debemos desistir. El grito de los leprosos —“¡Jesús, Maestro, ten piedad de nosotros!”— sigue resonando hoy en tantas formas de exclusión.

La pregunta final queda abierta para nosotros:

¿Queremos ser solo curados… o también salvados?

 

 Palabra del Papa Benedicto XVI

“Ante todo, nos permite pensar en dos grados de curación:  uno, más superficial, concierne al cuerpo; el otro, más profundo, afecta a lo más íntimo de la persona, a lo que la Biblia llama el "corazón", y desde allí se irradia a toda la existencia. La curación completa y radical es la "salvación". Incluso el lenguaje común, distinguiendo entre "salud" y "salvación", nos ayuda a comprender que la salvación es mucho más que la salud; en efecto, es una vida nueva, plena, definitiva.”

Benedicto XVI - Ángelus - Plaza de San Pedro - Domingo 14 de octubre de 2007

 

Evangelio según Lucas - Lucas 17, 11-19

En aquel tiempo, cuando Jesús iba de camino a Jerusalén, pasó entre Samaria y Galilea. Estaba cerca de un pueblo, cuando le salieron al encuentro diez leprosos, los cuales se detuvieron a lo lejos y a gritos le decían: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros”.

Al verlos, Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Mientras iban de camino, quedaron limpios de la lepra.

Uno de ellos, al ver que estaba curado, regresó, alabando a Dios en voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias. Ese era un samaritano. Entonces dijo Jesús: “¿No eran diez los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros nueve? ¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera para dar gloria a Dios?” Después le dijo al samaritano: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”.

Pintura:

  • Jesús sanando al leproso

  • Jesus sana al leproso



“Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”

La fe auténtica convierte lo imposible en posible y da sentido al servicio sin recompensa. Ser “siervos inútiles” es aprender a amar sin esperar, confiando en que Dios hace fecundo lo pequeño.
Jesús Servido

Cristo servido por ángeles. Coello, Claudio. Copyright de la imagen ©Museo Nacional del Prado

XXVII Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)

Lo imposible de la religión: “sin fe”

Acércate a Dios y atrévete a pedirle lo imposible. ¡Es tu oportunidad!
Jesús dice que basta una fe del tamaño de una semilla de mostaza para mover montañas. Parece absurdo: ¿quién podría ordenar a un árbol que se arranque y se plante en el mar? Sabemos que en el agua salada hay vida, pero no es el lugar natural de los árboles frondosos. Sin embargo, el Evangelio no habla de botánica, sino de confianza: la fe hace posible lo que parece inverosímil.

Un servidor que no espera recompensa

La misión del servidor es servir; la del amo ser servido.Cada uno cumple su papel sin conflicto. Pero enseguida surgen las objeciones: ¿no somos todos iguales?, ¿no debe el amo servir también?, ¿no sería justo recibir una recompensa?, (escribe si se te ocurre otras).
Estas preguntas revelan nuestra tensión interior entre el mérito y la gratuidad. Jesús nos propone otra lógica: servir sin calcular, amar sin esperar, trabajar sin reclamar.

Lo inusual, ¿tiene sentido?

Si al caer la noche sientes que has hecho lo que debías, y estás en paz con Dios, con los demás y con la casa común, entonces saboreas la alegría del deber cumplido.
El ruido de sentirte “siervo inútil” se apaga. Descubres que, aunque parezca poco, has respondido al llamado que Dios te confió.
De servicio en servicio, de gracia en gracia, aprendes a vivir sin esperar nada del amo… porque, en el fondo, ya lo tienes todo.

Siervos inútiles, inolvidables

Piensa en aquel día en que volviste cansado y tu madre, también agotada, te ofreció una cena caliente.
O en esa persona que te dio una palabra, un pan o un gesto, sin obligación ni recompensa. Fue un “siervo inútil” a los ojos del mundo, pero muy útil en el corazón de Dios.
Tal vez tú también lo has sido, cada vez que sirves desde la fe y confías que una pequeña semilla puede mover montañas. Que esa fe pequeña te puede llevar a gozar del Reino de los cielos.

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 17, 5-10

En aquel tiempo, los apóstoles le dijeron al Señor:
«Auméntanos la fe».
El Señor dijo:
«Si tuvierais fe como un granito de mostaza, diríais a esa morera:
“Arráncate de raíz y plántate en el mar”, y os obedecería.
¿Quién de vosotros, si tiene un criado labrando o pastoreando, le dice cuando vuelve del campo: “Enseguida, ven y ponte a la mesa”?
¿No le diréis más bien: “Prepárame de cenar, cíñete y sírveme mientras como y bebo, y después comerás y beberás tú”?
¿Acaso tenéis que estar agradecidos al criado porque ha hecho lo mandado? Lo mismo vosotros: cuando hayáis hecho todo lo que se os ha mandado, decid:
“Somos siervos inútiles, hemos hecho lo que teníamos que hacer”».

“Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”

Un hombre rico ignoró a Lázaro: no compartió su pan, no alivió sus heridas, no lo miró como hermano. Lázaro fue su oportunidad de acortar distancias y ganar la vida eterna, pero su indiferencia cerró el futuro.

Lázaro y el rico Epulón

Lázaro y el rico Epulón. Bassano Leandro.

XXVI Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)

El cuadro de Leandro Bassano muestra a Lázaro, los perros le están lamiendo sus llagas, desde una esquina mira el resto del cuadro concentrado en la comida, la bebida, la música, con sus miradas en sus propios quehaceres, con vestimentas elegantes, ningún ojo se dirige a Lázaro.

Los ricos siempre negocian

La riqueza se protege y se multiplica, genera poder y abre puertas. El rico de la parábola quiso seguir negociando incluso después de la muerte: primero pidiendo un alivio personal, luego un favor para sus hermanos. No entendió que la vida eterna no se compra, se construye con compasión y justicia.

El rico es culpable de indiferencia

No es la riqueza en sí el problema, sino la indiferencia. Lázaro, el pobre, fue reconocido en la tierra y en el cielo. El rico conocía su nombre, pero lo usó solo cuando le convenía. El abismo que lo separaba de Lázaro era el reflejo de un corazón endurecido: entre su mesa llena y el hambre ajena, entre el egoísmo y la misericordia, entre el tormento y la paz.

Los abismos actuales

Hoy también hay abismos: entre ricos y pobres, entre educación de calidad y abandono, entre acceso a la salud y exclusión, entre quienes promueven la paz y quienes alimentan la guerra, entre quienes cuidan la casa común y quienes la destruyen por ambición. Todos nacen de la misma raíz: indiferencia, egoísmo y fe superficial.

El desafío

Lázaro tiene nombre. Es tu vecino, tu compañero de trabajo, el migrante que cruza la calle, la familia que no llega a fin de mes. No podemos resolver toda la pobreza del mundo, pero sí podemos superar el individualismo y compartir nuestro pan, nuestra escucha, nuestra fe. Esa es la forma de tender puentes donde hoy hay abismos.

Palabra del Papa Francisco

"Lázaro nos enseña que el otro es un don. La justa relación con las personas consiste en reconocer con gratitud su valor. Incluso el pobre en la puerta del rico, no es una carga molesta, sino una llamada a convertirse y a cambiar de vida. La primera invitación que nos hace esta parábola es la de abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido. La Cuaresma es un tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de Cristo. Cada uno de nosotros los encontramos en nuestro camino. Cada vida que encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor. La Palabra de Dios nos ayuda a abrir los ojos para acoger la vida y amarla, sobre todo cuando es débil. Pero para hacer esto hay que tomar en serio también lo que el Evangelio nos revela acerca del hombre rico."

Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2017


Lectura del santo Evangelio según San Lucas 16, 19-31

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:

«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día.

Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.

Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.

Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.

Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo:

“Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.

Pero Abrahán le dijo:

“Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.

Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.

Él dijo:

“Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”.

Abrahán le dice:

“Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”.

Pero él le dijo:

“No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”.

Abrahán le dijo:

“Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”».


“Si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?”

Hoy un administrador está en crisis al saber que perderá el trabajo y la reputación (ya venida a menos), se ingenia humanizándose a base de actos de misericordia y justicia. Administrar todo el tesoro regalado por Dios es nuestro desafío personal. 

Administrador astuto

Grabado de la parábola por Jan Luyken
XXV Domingo del tiempo ordinario
Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)

El administrador en crisis

El evangelio nos presenta a un administrador que, al descubrir que perderá su trabajo y su reputación, se ingenia un plan. No busca salvarse con más trampas ni con más poder, sino que empieza a humanizarse a través de gestos de misericordia y justicia. En medio de la crisis, opta por un cambio de rumbo.

Administradores deshonestos

A lo largo de la historia, hemos conocido demasiados ejemplos de administradores corruptos: desde quienes desangran el tesoro público hasta los “ladroncillos” en comunidades pequeñas. El gran pecado es siempre el mismo: robar lo que pertenece a los pobres y a los bienes comunes.

Robar no siempre significa meter la mano en una caja fuerte. También se roba cuando se manipulan los precios, se sobrevaloran proyectos, se busca favorecer a unos pocos a costa de muchos. Algunos aparentan ser hábiles: siempre tienen pérdidas hasta que sienten peligrar su puesto, y de repente aparecen mágicamente las ganancias. Sagaces sí, pero en la mentira, una política falsa y complicidad implícita.

La sagacidad del Evangelio

Por eso la parábola resulta desconcertante: ¿cómo un administrador tramposo puede servir de ejemplo? Jesús no alaba la corrupción, sino la sagacidad puesta al servicio de un nuevo horizonte. El administrador descubre que lo único que puede garantizar su futuro no es el dinero acumulado, sino las relaciones humanas, la misericordia, la amistad.
Jesús nos muestra que la sagacidad, la inteligencia práctica, debe ir unida a la justicia y a la solidaridad. El verdadero administrador es aquel que, en vez de encerrarse en la avaricia, se abre al perdón, al servicio, a la generosidad.

Dios, el verdadero Dueño

El Dueño de la parábola es Dios mismo, que nos ha confiado todo: la creación, la inteligencia, los sentidos, la vida, el prójimo, los bienes materiales y espirituales. La gran pregunta es inevitable:
¿Qué clase de administrador soy de lo que Dios me ha confiado?
¿Me mueven la avaricia, la ambición y el egoísmo, o la generosidad, la justicia y el servicio?
Un día el Dueño pedirá cuentas. Entonces no servirán las acumulaciones ni las excusas. Lo único que tendrá valor será la fidelidad en lo pequeño, la capacidad de haber administrado con justicia, la huella de misericordia que dejamos en nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestra comunidad.

Una pregunta para el corazón

Hoy el Evangelio nos deja una cuestión sencilla y al mismo tiempo radical:
¿Cuáles son los intereses que guían la administración de mi vida?
 

Palabra del Papa Benedicto XVI

"La lógica del lucro aumenta la desproporción entre pobres y ricos, así como una explotación dañina del planeta. Por el contrario, cuando prevalece la lógica del compartir y de la solidaridad, se puede corregir la ruta y orientarla hacia un desarrollo equitativo, para el bien común de todos.
En el fondo, se trata de la decisión entre el egoísmo y el amor, entre la justicia y la injusticia; en definitiva, entre Dios y Satanás. (…) Hoy, como ayer, la vida del cristiano exige valentía para ir contra corriente, para amar como Jesús, que llegó incluso al sacrificio de sí mismo en la cruz. Así pues, parafraseando una reflexión de san Agustín, podríamos decir que por medio de las riquezas terrenas debemos conseguir las verdaderas y eternas. En efecto, si existen personas dispuestas a todo tipo de injusticias con tal de obtener un bienestar material siempre aleatorio, ¡cuánto más nosotros, los cristianos, deberíamos preocuparnos de proveer a nuestra felicidad eterna con los bienes de esta tierra! ".

 

(Benedicto XVI – Celebración eucarística en la Plaza delante de la Catedral de Velletri en ocasión de la Visita Pastoral a la diócesis suburbicaria de Velletri-Segni, 23 de septiembre de 2007) 
 

Lectura del santo Evangelio según San Lucas 16, 1-13

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Un hombre rico tenía un administrador, a quien acusaron ante él de derrochar sus bienes.
Entonces lo llamó y le dijo:
“¿Qué es eso que estoy oyendo de ti? Dame cuenta de tu administración, porque en adelante no podrás seguir administrando”.
El administrador se puso a decir para sí:
“¿Qué voy a hacer, pus mi señor me quita la administración? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa”.
Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero:
“¿Cuánto debes a mi amo?”.
Este respondió:
“Cien barriles de aceite”.
Él le dijo:
“Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta”.
Luego dijo a otro:
“Y tú, ¿cuánto debes?”.
Él contestó:
“Cien fanegas de trigo”.
Le dijo:
“Aquí está tu recibo, escribe ochenta”.
Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz.
Y yo os digo: ganaos amigos con el dinero de iniquidad, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas.
El que es de fiar en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto.
Pues, si no fuisteis fieles en la riqueza injusta, ¿quién os confiará la verdadera? Si no fuisteis fieles en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará?
Ningún siervo puede servir a dos señores, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero».

"Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él"


En una fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, el Papa Francisco advirtió recordando que “la cruz es un misterio de amor” y que no puede haber “Cristo sin cruz” ni “cruz sin Cristo”. La cruz de Cristo es el camino de salvación, a nadie le gusta el dolor, pero es parte del camino de la vida.

Nicodemo
Christ talking with Nicodemus at night (Christus onderwijst Nicodemus)


Año litúrgico 2024 - 2025 - (Ciclo C)

El amor crucificado es glorificado

La noche de la conversación

Al caer la jornada, bajo el amparo de la noche, puede abrirse un camino: una luz al final del túnel. Aunque el corazón cargue oscuridades, la intuición busca la verdad. La noche inspira a poetas y místicos; aclara conflictos, fortalece decisiones. Para Nicodemo, sin embargo, la noche es un manto de anonimato: le protege de las críticas de sus compañeros de culto. Descubrirlo en diálogo con Jesús sería leña para la hoguera de la marginación. Pero, en esa oscuridad, la prudencia es iluminada por la luz de Cristo.

La conversación sobre la salvación

Jesús ofrece una cátedra de salvación: ya no es una serpiente de bronce la que sana, sino una cruz; ya no es un animal sacrificado el que salva, sino el mismo Hijo de Dios. En consecuencia, el camino de la salvación es Cristo.

Nuestra mirada en la serpiente o en Cristo

Nicodemo comienza a descubrir los signos de la salvación. Tú y yo también conocemos esos caminos, pero el desafío es recorrerlos. Admiramos la tradición cristiana, valoramos sus signos, pero a menudo nos resistimos a disipar nuestras oscuridades. La noche permanece cargada de dudas, pesares y tristezas. Falta valentía para iluminar las sombras y vencer la pereza espiritual. El riesgo es terminar confiando más en la serpiente que en Cristo.

El amor y el rechazo

He escuchado a psicólogos describir a los narcisistas: hacen creer que aman para manipular, calculan cómo dominar, disfrutan del sufrimiento ajeno, se irritan con los éxitos de los demás y siembran discordias en los campos de la paz. Conscientes de sus maldades, incluso las celebran, pero niegan su condición. Juegan con el amor y el rechazo como si fuese un entretenimiento, pero es una jaula peligrosa e insuperable.

Quizás te preguntes si alguna de estas actitudes no toca también tu vida, o si reconoces en otros tales rasgos. El mundo, cada vez más narcisista, se regodea en la guerra, pierde la compasión, posee toda la información pero actúa como ignorante. Este mundo, amado por Dios, rechazó al Hijo de Dios; recibió el amor y sin embargo lo crucificó.

Si Dios no vino a condenar sino a salvar, ¿qué te impide ser hoy motivo de salvación y no de condenación?

Feliz cumpleaños Papa Leon XIV

Que sigan vivas las esperanzas, la oración por la paz, el amor a los pobres y siga construyendo puentes de diálogo. 70 años al servicio y esperamos siga festejando muchos años más.

Palabra del papa Francisco

"¿El Cristo crucificado, para mí, es un misterio de amor? ¿Sigo a Jesús sin cruz, como a un maestro espiritual que sólo me llena de consuelos y buenos consejos? ¿O sigo la cruz sin Jesús, cayendo en un masoquismo espiritual? ¿Me dejo llevar por este misterio de descenso, de vaciamiento total y de elevación del Señor?".

El Papa concluye invitándonos a pedir en la oración: "Que el Señor nos dé la gracia, no de entender, sino de entrar en este misterio de amor, con el corazón, con la mente, con el cuerpo, con todo el ser. Y entenderemos, aunque sea un poco".

Vaticano, 14 de septiembre dee 2017

 https://www.vatican.va/content/francesco/es/cotidie/2017/documents/papa-francesco-cotidie_20170914_dos-tentaciones.html

Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 13-17

En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:

«Nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre.

Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.

Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él».


“Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”

Se empieza voluntariamente, pero sin la motivación divina no se puede avanzar. Antes de iniciar, es necesario tener claro un objetivo y una meta: por dónde, cómo, cuándo y con quién caminar. En esa jerarquía, todo comienza con Jesús mismo. Hoy, Pier Giorgio Frassati será proclamado Santo por el Papa León XIV, un joven que nos motiva a ser mejores personas.

"De ti mismo no harás nada, pero si tienes a Dios como centro de todas tus acciones, entonces alcanzarás al meta" (Pier Giorgio Frassati)


Michelangelo - Creation of Adam (cropped)

XXIII Domingo del Tiempo Ordinario
Año litúrgico 2024-2025 (Ciclo C)

La cruz del discípulo

Todos somos discípulos, sin duda, aunque con muchas postergaciones. No se trata de abrir controversias sobre el discipulado, pero en esta línea del Evangelio de Lucas, el verdadero discípulo tiene a Jesús a la cabeza de todas sus preferencias.

La importancia del padre, de la madre o de la familia debe ser, en cierto sentido, pospuesta. El mismo Jesús, en su vida terrena, no apartó a su madre, que lo acompañó fielmente con el corazón traspasado; junto a su Hijo y a los discípulos, también nos acompaña a nosotros. Ella es imagen de la verdadera discípula: con la cruz a cuestas, al lado de Jesús. Su ejemplo nos abre a la magnitud interior de la fe, al peso de la cruz y a la fuerza necesaria para cargarla, sostenidos por el amor a la justicia, a la paz y a la vida.

La cruz del discípulo puede expresarse en continuas renuncias: el servicio a los demás, el cuidado de los Cristos sufrientes, el estudio de la Palabra, el tiempo para la formación espiritual, la perseverancia en la oración y el deseo de profundizar en la fe y en la vida cristiana.

"Mamá, hay un pobre que tiene hambre, y papá no le ha dado de comer, quizá Jesús nos lo ha enviado" (Pier Giorgio Frassati)

Procrastinación espiritual

La vida espiritual puede ser escasa, aparente o dispersa. No es un momento romántico ni fantasioso, lleno de velas y aromas. La espiritualidad verdadera exige disciplina, voluntad y constancia. No siempre se recorre entre dulzuras; muchas veces está marcada por la sequedad, la ansiedad y el cansancio. Esa sensación de estancamiento y frustración solo puede sostenerse con los dones de Dios: sabiduría, paciencia, perseverancia, esperanza y fe.

"Prefiero llevar yo mismo los paquetes a los pobres, pues así puedo infundirles ánimos y darles esperanzas" (Pier Giorgio Frassati)

Terminar lo iniciado

Si quieres construir una torre, calcula antes los gastos; así evitarás que otros se burlen de tus ideales y, en cambio, te respeten por lo que eres y lo que logras. Ahora bien, si lo miras desde la ansiedad, la depresión o el trastorno por déficit de atención (TDAH), puede ocurrir que empieces con entusiasmo pero no concluyas. Seguir a Jesús implica ir más allá del entusiasmo inicial: se trata de la vida misma, de los sueños futuros, de las alegrías y de las cruces de la pasión.

"Me gustaría ser viejo para ir al cielo más rápidamente" (Pier Giorgio Frassati)

La paz frente al conflicto

Busca la paz, porque pelear solo desgasta. En tiempos de Jesús, las guerras se calculaban antes de iniciarlas, procurando que fueran “ganables”. Hoy las batallas se libran con drones, inteligencia artificial e inversiones. Pero también existen guerras invisibles y profundas: orgullos, mentiras, soberbias y egos que matan al prójimo sin dejar rastro de lágrimas.

"La sociedad moderna se hunde en los dolores de las pasiones humanas y se aleja de tod ideal, de amor y paz" (Pier Giorgio Frassati)

Renunciar a los bienes

¿Cómo pedir renuncia a los bienes a quien vive solo para acumular: trabaja horas extras, sacrifica a su familia, come mal para ahorrar, no comparte e incluso roba con tal de no gastar?

El trabajo es justo y debe garantizar dignidad, pero hay valores más altos que las posesiones. La verdadera humanidad se descubre en la capacidad de compartir, en la sencillez y en la fraternidad. No se trata de promover la pobreza —eso sería lo más anticristiano—, sino de superar la obsesión por tener.

Cuando la vida se centra únicamente en poseer, se pierde el ser: no hay sal, ni luz, ni Dios. El Evangelio nos invita a pasar del “tener” al “ser”, colocando a Jesús en el centro. Así se descubre la alegría auténtica: sin coronas de esmeraldas, sin maquillaje, sin filtros, pero llena de luz y confianza.

"Vivir sin fe, sin un patrimonio que defender, sin mantener una lucha por la verdad no es vivir, sino ir tirando" (Pier Giorgio Frassati)

Conclusión

Postergar a Jesús significa relegarlo de nuestra existencia. Y cuando lo anulamos, se resquebraja el fundamento de la creación, se desdibuja la imagen de Dios y se llenan de tristeza nuestros amaneceres y atardeceres.

Palabra del Papa Francisco:

El beato Pier Giorgio Frassati, que era joven, decía que hay que vivir, no sobrevivir. Los mediocres sobreviven. Vivir con la fuerza de la vida. Hay que pedir al Padre celestial para los jóvenes de hoy el don de la sana inquietud. Pero, en casa, en sus hogares, en cada familia, cuando ven a un joven que se pasa todo el día sentado, a veces mamá y papá piensan: «Pero este está enfermo, le pasa algo», y lo llevan al médico. La vida del joven es seguir adelante, estar inquieto, la sana inquietud, la capacidad de no conformarse con una vida sin belleza, sin color. Si los jóvenes no tienen hambre de vida auténtica, me pregunto, ¿adónde irá la humanidad? ¿Adónde irá la humanidad con jóvenes tranquilos y no inquietos?

(Catequesis, 13 de junio de 2023)


Lectura del santo Evangelio según San Lucas 14, 25-33

En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:

«Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.

Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.

Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla?

No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo:

“Este hombre empezó a construir y no pudo acabar”.

¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que lo ataca con veinte mil?

Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.

Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».


Foto en: la creación (capilla Sixtina)


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Hola, soy Javier Abanto. Escribo reflexiones, vivencias y anécdotas. Publico artículos de teólogos y poetas. Estudie teología y comunicación. Desde el 2005 me dediqué a la docencia universitaria y a la gerencia de emisoras de corte cultural y religioso. La vida necesita de alegría y esperanza. Necesitamos a Dios en nuestra vida.
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¿Qué es "Luciérnaga"?

"Luciérnaga" Surge para expresarme de manera sencilla. Las luciérnagas remiten a mi origen rural - andino. Son visibles al caer la noche y hacen volar la imaginación con sus luces intermitentes, propias y naturales.

Luciérnaga se dirige a las personas de buena voluntad que buscan vivir con justicia y paz. Necesitamos del humor y la alegría. Y, sin duda, el mundo necesita de Dios.

Gracias por leer y compartir, no olvides comentar.

Javier Abanto Silva
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