"Volvieron a Jerusalén muy contentos. Y estaban siempre en el templo, alabando a Dios"
Los discípulos tristes, casi decepcionados, experimentan el fin de una historia en la que Jesús cumple la voluntad del Padre y se entrega por amor, muere y resucita. No es el fin, sino el inicio de una nueva etapa, otra manera de estar presente en la primera comunidad, la iglesia, una experiencia llena del Espíritu Santo que tiene como peculiar hacernos partícipes, testificar una gran verdad: Jesús asciende a los cielos, se pierde entre la nube como símbolo de la presencia de Dios o que es introducido en el ámbito de lo divino.
En la ascensión podemos alegrarnos y esperar seguros de que Jesús, Dios hecho hombre, ha resucitado y está a la derecha de Dios. Si es así, los hombres podemos anhelar a tener la misma experiencia con la intervención de Dios. Los miedos no tienen lugar, después de cuarenta días, los discípulos van asumiendo la misión que les corresponde, van comprendiendo que la ruptura es necesaria para salir a afrontar los desafíos, pensar las estrategias de evangelización. Si la iglesia sale de su encierro, se dinamiza la tarea misionera y Jesús se hace más presente en la vida cotidiana.
En este día de ascensión, el llamado y la misión sigue latente a ser hombres de Dios, a ser testigos de la verdad, a usar lo que nos ofrece la técnica y la ciencia para hacer cada vez más presente la Palabra.
La ascensión da la seguridad de la misión de quien es signo de la vida de Dios, de los testimonios vivos en nuestra comunidad, de abandonar al dios muerto y comunicar vida. Así, Dios va estableciendo una presencia renovada en la comunidad y en la vida de cada creyente. Dios sigue actuando con tus manos, hablando con tu boca, por favor, dale la importancia que merece.
0 Comments