XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO (13-06-2010)

"¿Quién es éste que hasta perdona los pecados?"

Él es Jesús, de Nazareth, que viene para que todo tenga vida, posibilita el perdón y la libertad interior de las personas. Dios manda su Palabra que se atreve a revolucionar lo convencional, sin miedo, sólo con palabras y obras exigentes, no negociables, reveladoras revelan el rostro verdadero del Dios de amor que se “quiebra” el corazón para perdonar a quien se arrepiente de sus malas acciones.

Jesús dedico su vida a predicar el reino, todo, incluso su muerte está a favor de los hombres. Si él ha dado su vida ¿Por qué no la damos nosotros? Jesús tenía la alternativa de ser un buen judío, lo fue, pero el amor de su padre hace que proponga la felicidad cerca de la gracia de Dios. Jesús es el Dios vivo y verdadero, por eso vivir para Dios es mejor que vivir para una norma o una ley.

Paradójicamente el gran escenario de una entrega por amor y la llave de la vida es la cruz, por eso la invitación es a vivir crucificado con Cristo. Entre el amor y la ley, el amor fortalece la vida, la libertad.

La Palabra de Dios es profética, no es la de un chaman que cobra para alucinar. Jesús es reconocido como un profeta, y en la casa se dirige a Simón, no se dirige directamente a la mujer, le presenta una breve parábola de unas deudas desproporcionadas y la conclusión es clara: a quién más se le perdona, más agradece. Jesús, en el evangelio según San Lucas expresa mucho la misericordia con los menos protegidos: los enfermos, la mujer, los pecadores. La mujer parece que se hubiera dado cuenta que Jesús no ha sido bien tratado en la casa del fariseo, sus actitudes les enfrenta con el proceder de Jesús que es capaz de perdonar incluso los pecados de quienes no parecen merecerlo.

Los que se consideran buenos, parece que no necesitan de perdón, y Dios es sólo un rito. Los que siempre critican las fallas de los demás se presentan como los que nunca tiene fallas, en realidad son quienes más necesitan de perdón, de amor. La soledad duele cuando se mezcla de autosuficiencia y no se abre el corazón al amor que alivia, sana, libera,… y todas las gracias que las da sólo Cristo crucificado y resucitado.

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