Amor familiar
¿Muchachos, tienen algo para
comer?
Rituales de la amistad
Es 14 de febrero y los mensajes
de aprecio y amor son enviados y recibidos con gratitud. Pero si algún
distraído se olvidó de saludar le espera una protesta afilada que será
depositada en el baúl de los malos recuerdos y sacados para restregar el CV de
la relación. Las parejas no entienden la fluctuación (no económica) emotiva, y
en consecuencia sienten los corazones alejados, los gestos fríos de amor, las
miradas esquivas; se asustan y cometen errores. El gran vacío o incomprensión lleva
a especular y arañar tanto, entra en una desesperación ciega, pues no le da
espacio al proceso de madurez.
Al ver las parejas felices con
una rosa, con un globo grande en forma de corazón, con una tarjetita,… aunque
parece una simplificación del amor son pequeñas y fértiles semillas. Son
momentos para aportar a la felicidad, rituales inolvidables para fortalecer la
familia. La última visita a casa pude
percibir la tristeza de papá y mamá cuando un integrante de la familia se
ausentó y hay un momento culmen con ingredientes especiales que nos unen: Comer
juntos. Jesús vive esta realidad y come con sus discípulos, incluso en casa de
publicanos y pecadores, los que parecen enemigos en un almuerzo pueden unir
lazos de amistad (cfr. Lc 5, 27-32).
Los rituales infaltables que
construyen amistad y la comunión son a parte de la comida realizar juntos las
actividades. Cocinar, lavar, planchar, mirar una película, jugar, practicar
algún deporte,…
Jesús después de resucitar no
tuvo mejor idea que aparecerse a sus discípulos: “¿muchachos tienen algo para
comer?”, ellos no han pescado, al salir él les esperaba el delicioso pescado
asado y pan (Jn 21, 1-14). Hacia el 26 de enero mi madre nos sorprendió
invitándonos para celebrar sus cumpleaños junto a sus hermanos, en la costa
norte Peruana. Al otro día, aunque la piel se nos cambio como a la culebra, fuimos en familia a la playa,
aprovechamos que el mar estaba retirado para “camaronear” y pescar con la mano.
Unos pescaban, otros recogían leña y preparaban el fogón, mientras las expertas
preparaban nuestro plato de bandera “Ceviche” y se esmeraban, sin muchos condimento
(olvidaron el aceite) el guiso de gallina. La tía trajo fruta de la chacra, las
bebidas heladas,… Se improvisó una mesa “5 piedras” para sentarnos a compartir
el suculento almuerzo junto al mar, con su rocoto, bromas y anécdotas- no
importaba el ataque de los ultravioletas- sino el gran calor familiar. Ya en el
ritual del onomástico, el día anterior, se lanzó la brillante idea de homenajear
a quien siempre nos regaló su tiempo, su cariño, un amor innegable y su
sacrificio, no digo el nombre porque es una sorpresa, aunque sea fácil deducir.
Los grandes hombres y mujeres
hacen de los gestos de amor un hábito en la forma de tratar a la gente común. Más
puede el amor que el odio. El resentimiento no curado hace daños profundos en
el cerebro, produce dolores crónicos de estómago, sentimientos
desproporcionados, insultos, agresiones,… Por ello, si recuerdan cuando los
fariseos traen a una mujer que fue encontrada en adulterio Jesús no alimenta
las pedradas, sino la justicia y la misericordia de Dios. Es decir, los grandes
hombres ven oportunidades para tener gestos de amor no para tirar piedras. En consecuencia,
si quieres profundizar en la amistad no olvides de los rituales del amor.
“Simón Pedro les dijo: "Voy
a pescar". Ellos le respondieron: "Vamos también nosotros".
Salieron y subieron a la barca. Pero esa noche no pescaron nada. Al amanecer,
Jesús estaba en la orilla, aunque los discípulos no sabían que era él. “Jesús
les dijo: "Muchachos, ¿tienen algo para comer?". Ellos respondieron:
"No". Él les dijo: "Tiren la red a la derecha de la barca y
encontrarán". Ellos la tiraron y se llenó tanto de peces que no podían
arrastrarla. El discípulo al que Jesús amaba dijo a Pedro: "¡Es el
Señor!" Cuando Simón Pedro oyó que era el Señor, se ciñó la túnica, que
era lo único que llevaba puesto, y se tiró al agua. Los otros discípulos fueron
en la barca, arrastrando la red con los peces, porque estaban sólo a unos cien
metros de la orilla. Al bajar a tierra vieron que había fuego preparado, un
pescado sobre las brasas y pan”. Jn 21, 1-14
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