Las tentaciones de Jesús en el desierto
Primer Domingo de Cuaresma – Ciclo C (Lucas
4, 1-13) 17 de febrero de 2013
“(...) El Espíritu Santo lo llevó al
desierto”
Un corazón agradecido transparenta sus
luchas, equivocaciones y aciertos. Es el corazón del pueblo judío, agradecido,
ligado a Dios en lo más íntimo y existencial, los 450 años de esclavitud en
Egipto le hace valorar la cercanía de Dios, supo escuchar sus gritos y les sacó
de la ignorancia, del peligro, de la idolatría,… 40 años por el desierto es un
camino suficiente para que con dolor y lágrimas aprendan a conocer a un Padre liberador,
bondadoso, les alimenta con el maná, les sana del veneno de las serpientes, les
guía en el desierto árido y lleno de tentaciones. Hoy no caminamos por el
desierto pero parece que 40 años no son suficientes para identificar el peligro
de la idolatría, la mordida del mal, el hambre del Pan verdadero, la aridez de
la vida, la esclavitud,… y, la cereza es: no gritar ni pedir a Dios su
cercanía.
El número cuarenta se caracteriza, en la
Sagrada Escritura, por remitirnos a tiempos y lugares de oración y ayuno.
Cuarenta días de preparación para celebrar la Semana Santa, cada día es una
oportunidad para plantearse cómo mejorar la vida, cómo superar el mal, cómo
liberarnos de las tentaciones de la vida.
Las tentaciones nunca llegan como un rayo,
pueden llegar por un E-mail, por el celular o por el Facebook pero siempre dan
tiempo para pensarlo, evitarlo. Nuestro fracaso está en alimentarlo. La
tentación viene con la mejor envoltura, agradable a los sentidos, casi como la
salvación, el refugio, el sentido de la vida,… así se presentó la serpiente a
Eva. Así lo sufrió el pueblo judío y también Jesús, la diferencia es que Jesús
sabe responder a cada una de ellas.
El diablo sabe nuestras debilidades, a
Jesús le insiste en hacer de las piedras Pan, comer de la injusticia,
alimentarse sin esfuerzo, nutrirse para no vivir. No se compliquen, si los
placeres duran poco debe ser por algo. El hambre azota a muchos niños en
nuestro país, es tan fuerte como la corrupción, el fin no siempre justifica los
medios: ¿Cómo nutrir a tus hijos con la injusticia? ¿A quién le estás quitando
el pan? La Sagrada escritura afirma que comer el pan del pobre es como matarlo.
Es decir, “Jesús le contestó: –Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre.”
El alimento verdadero no se reduce a comer pan, ni ceviche, ni parrillada con
quien personifica el mal.
Otra tentación que nos seduce es el poder.
Ésta penetra en lo más íntimo de cada persona, nos encanta tener el poder, el
control, el ser como reyes, la buena fama. Muchos se arrodillan ante el mal
para lograr un poco de poder. Muchos de los llamados cargos “políticos” son una
máscara de estar arrodillados al poder de turno y el descontrolado deseo de
tener, sin esfuerzo, una vida confortable, con privilegios, alejados de su pueblo.
Sin embargo, cada puesto en el engranaje de la vida es muy importante y su
única misión es servir. “Jesús le contestó: –Está escrito: ‘Al Señor tu Dios
adorarás y a él sólo darás culto’”.
Las tentaciones no son una novedad, Jesús
mismo es tentado. Nos encantan las acciones espectaculares, muchos vemos a Dios
como un ilusionista para divertirnos, como un milagrero para contentarnos. Dicen
que un monje le reclamaba a Jesús “por qué me tratas mal, si yo no hecho nada”
Jesús le contesto: “por eso mismo, no haces nada”. Algunos filósofos para negar
la existencia de Dios ponían el mal como una prueba. Pero, justamente, no
valoraron que usan su inteligencia a su libre albedrío incluso para cuestionar
a Dios, que son capaces de amar, de distinguir el bien del mal, brazos y manos,
ojos, rostro, voz, piernas,…
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