TO, A: Presentación del Señor

Presentación del Señor
Año litúrgico 2019 - 2020 - (Ciclo A)
 
De Luis de Morales - [2], Dominio público, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=24844659
Representar al Señor
 Homilía y Reflexión, 
Mirar la presentación de Jesús en paralelo con un día dedicado a los consagrados es muy significativo. Al fin existe un día para “reconocer” su estilo de vida al servicio de Jesucristo. La presentación de Jesús plantea: ¿A quién presentas o representas?  

Saludos. Bien merecidos y expresados en las redes sociales. En este tiempo, decidir radicalmente por los demás sorprende. Presentar o representar a Cristo parece incauto. Hombres y mujeres seducidos por la Palabra de Jesús han buscado aportar a la humanidad.

Varios religiosos han publicado: “gracias Señor por aceptarme como soy”, “no soy digno de tu gracia”, “Tantos años a tu servicio”, “dame la fidelidad a tu palabra”… Seguro algunos dicen la verdad y otros quieren tener gestos de humildad.

El Papa Francisco, en su homilía, por la XXIV Jornada Mundial de la vida Consagrada, pide, a los consagrados, estar atentos al diablo, a las atracciones externas a la vida de un convento. En este sentido, la homilía les pide una mirada nueva “que sabe ver la gracia, que sabe buscar al prójimo, que sabe esperar. Entonces, también nuestros ojos verán al Salvador”. 

Ver la gracia: es entregar la vida a las manos de Dios, a su voluntad, estar dispuesto para una misión. La tarea diaria de la humildad. ¿Cuáles son las tentaciones? Perder la gracia. Ponerse como au-toreferencia (miren las redes). Manipular en nombre de Dios con discurso moralizantes. Considerarse un “sabio (o sabia)” y habla con maestría de lo que no vive ni sabe. 

El Papa Francisco destaca a Simeón. «Mis ojos han visto a tu Salvador» (Lc 2,30).  El templo no está vació el día de la Presentación del Señor, pero sólo Simeón y Ana, ambos ancianos “desechables” miran más que a un niño frágil, al Salvador. Los “dueños” de Dios quizá estaban recibiendo el sencillo de las limosnas en sobres o por debajo la manga, “busines son busines pero no la gracia”. Obviamente, la disponibilidad para la misión ya no tiene rostro de Cristo sino del Banco de Reserva.

Buscar al Prójimo (en la comunidad). Parte de la gracia para otros Cristos. Cuanto estímulo me ha dado ver a un misionero llegar cansado, caminando horas, escribiendo sus crónicas, contar con pasión sus predicaciones, viviendo de la caridad de la gente sin exigencias. La alegría de “Simeón recibió a Jesús sencillo y pobre”. Sería bueno responder a ¿Cuál es tu pastoral?

El Papa con optimismo evangélico dice: “Dios siempre nos ama y se nos da, incluso en nuestras miserias”. “Yo, ¿hacia quién oriento mi mirada: hacia el Señor o hacia mí mismo?”. Quien sabe ver ante todo la gracia de Dios descubre el antídoto contra la desconfianza y la mirada mundana. Las tentaciones: el egocentrismo, las ínfulas burguesas, mal trato e injusticia con las personas, descuidando los proyectos comunes por hacer los propios, gastando de manera compulsiva en caprichos y sin trabajar. 

Saber esperar. “Mirando alrededor, es fácil perder la esperanza: las cosas que no van, la disminución de las vocaciones… Otra vez se cierne la tentación de la mirada mundana, que anula la esperanza. Pero miremos al Evangelio y veamos a Simeón y Ana: eran ancianos, estaban solos y, sin embargo, no habían perdido la esperanza, porque estaban en contacto con el Señor. Ana «no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día» (v. 37). Este es el secreto: no apartarse del Señor, fuente de la esperanza. Si no miramos cada día al Señor, si no lo adoramos, nos volvemos ciegos.

Nuestras oraciones para que cada consagrado redescubra la gracia, el amor al prójimo y sepa esperar los signos de Dios, y represente a Cristo. 

Homilía completa

 

Homilía y Reflexión, 

Lectura del santo evangelio según san Lucas 2, 22-40

Cuando se cumplieron los días de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor, de acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: «Todo varón primogénito será consagrado al Señor», y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: «un par de tórtolas o dos pichones».

Había entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso, que aguardaba el consuelo de Israel; y el Espíritu Santo estaba con él. Le había sido revelado por el Espíritu Santo que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Y cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo acostumbrado según la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo:
«Ahora, Señor, según tu promesa,
puedes dejar a tu siervo irse en paz.
Porque mis ojos han visto a tu Salvador,
a quien has presentado ante todos los pueblos:
luz para alumbrar a las naciones
y gloria de tu pueblo Israel».
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño. Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción —y a ti misma una espada te traspasará el alma—, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones».
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, ya muy avanzada en años. De joven había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día. Presentándose en aquel momento, alababa también a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén.
Y, cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño, por su parte, iba creciendo y robusteciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba con él.


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