I Domingo de Adviento (B): Estén vigilantes a la llegada de Cristo

"Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento"

 El Adviento dura cuatro semanas antes de Navidad y se concentra en la preparación interior para recibir el Nacimiento de Jesucristo. En el primer domingo se remarca la vigilancia, es importante estar alertas como un portero para abrir la puerta al Señor de la casa.


Cristo a la puerta

The Light of the World (Manchester version)


I Domingo de Adviento

Año litúrgico 2023 - 2024 - (Ciclo B)

  

Vigilando el patrimonio

¡Estate alerta! Es el grito que tenemos desde el vientre de nuestra madre o quizá antes. Alertas para que nuestra madre nos traiga a este mundo, para aprender, para continuar la vida. La vigilancia es una disciplina necesaria para mantenernos sanos a nivel moral, psicológico y corporal.

 

La vigilancia se tornará interesante cuando conlleva un objetivo mayor. Cuidas la puerta de la casa porque tu habitación concentra parte de tu patrimonio. Allí existe algo de mucho valor y quieres cuidarlo para que nadie lo robe. Además, significa cerrar la puerta, asegurarla materialmente, pero sin dejar de analizar el contexto, los puntos vulnerables y armarse de valor. Sin embargo, esta actitud es agobiante, no puedes dedicar la mayor parte de tus fuerzas a cerrar la puerta, a encerrarte en tus vulnerabilidades. La vida necesita de algo que supere los miedos, la desconfianza.

 

Vigilando la auténtica caja fuerte

Se cuenta que el Arca de la Alianza contenía las tablas de la ley, y nadie se atrevía a dudarlo (Cfr. DT. 10, 1-5), con el tiempo, desapareció. Con el tiempo el altar estaba vacío, pero para muchos el arca era o “seguía siendo” el centro del culto. Puede suceder lo mismo, que fijamos nuestras expectativas en cajas vacías. Esperar la llegada de Dios significa estar vigilantes a su llegada.

 

Aquella habitación ya no tiene sentido por los muebles o antigüedades que contenga, sino por a quién hospeda. El sentido no está en lo que digan las energías positivas, o el horóscopo o la dopamina que necesitemos para sentirnos motivados. Es decir, no sólo se esperan las visitas con la casa limpia sino también con mucho entusiasmo, expectativa, ilusión, alegría.

 

En este nivel, se espera. Es decir, vale la pena la esperanza. Tenemos motivos para esperar. Se trata de esperar la llegada del mismo Dios. Y allí está el detalle. ¿Sabemos esperarlo? ¿Él es nuestra esperanza?

 

Vigilando la caja de la esperanza

No se trata de la esperanza que escapó de la caja de Pandora. La esperanza es una virtud teologal. Los propósitos del ser humano son más elevados. Es un regalo de Dios y se dirige a Dios. La esperanza no va con desconfianza porque la seguridad de que Dios cumpla su palabra, sus promesas de amor y su misericordia es inquebrantable.

 

El ser humano es motivado y movido por amor, incluso en los momentos de confusión y sufrimiento. Es tan importante tener el objetivo del amor y comunión con Dios para perseverar en la espera, para estar vigilantes de la gran emoción y felicidad futura. Justamente, allí Jesucristo ha mostrado de sobra.

 

No sabemos el momento, pero estamos seguros que llegará; el tiempo pasa y deja huellas, pero la esperanza aumenta; mantenemos el entusiasmo porque esperamos una alegría más completa; estamos iniciando el adviento, y ya tenemos claro que la meta es la llegada del dueño de la casa, del creador, del mismo Dios. 

 

Sería genial si haces un ejercicio de actualizar el salmo 79: “que brille tu rostro y nos salve”.

 

Pastor de Israel, escucha;
tú que te sientas sobre querubines, resplandece;
despierta tu poder y ven a salvarnos. R/.

 

Dios de los ejércitos, vuélvete:
mira desde el cielo, fíjate,
ven a visitar tu viña.
Cuida la cepa que tu diestra plantó,
y al hijo del hombre que tú has fortalecido. R/.

 

Que tu mano proteja a tu escogido,
al hombre que tú fortaleciste.
No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre. R/.

 

 

Jesucristo, Dios con nosotros, escúchanos,

Tú que superaste la cruz, anímanos.

Necesitamos tu palabra, ven a sanarnos.

 

Dios del amor, ten misericordia:

Mira la guerra,

Visita nuestros corazones,

el de carne, el de la compasión.

Cuida a tus hijos de la violencia,

de la intolerancia, de la soberbia, 

cuida a los corazones que siempre haz fortalecido.

 

Tus manos dolorosas sane el dolor,

Tus pies desgarrados sanen las inseguridades, 

No nos alejaremos de ti:
danos vida, para que invoquemos tu nombre

 

 

Palabra del Papa Francisco

La persona vigilante es la que acoge la invitación a velar, es decir, a no dejarse abrumar por el sueño del desánimo, la falta de esperanza, la desilusión; y al mismo tiempo rechaza la llamada de tantas vanidades de las que está el mundo lleno y detrás de las cuales, a veces, se sacrifican tiempo y serenidad personal y familiar. Es la experiencia dolorosa del pueblo de Israel, narrada por el profeta Isaías: Dios parecía haber dejado vagar a su pueblo, fuera de sus caminos (cf. 63, 17), pero esto era el resultado de la infidelidad del mismo pueblo (cf. 64, 4b). También nosotros nos encontramos a menudo en esta situación de infidelidad a la llamada del Señor: Él nos muestra el camino bueno, el camino de la fe, el camino del amor, pero nosotros buscamos la felicidad en otra parte.

 (3 de diciembre de 2017)

 

Lectura del santo evangelio según san Marcos 13, 33-37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.
Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara.
Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.
Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!».


Pintura

The Light of the World (Keble College version)

The Light of the World (1851–1854) is an allegorical painting by the English Pre-Raphaelite artist William Holman Hunt(1827–1910) representing the figure of Jesus preparing to knock on an overgrown and long-unopened door, illustrating Revelation 3:20: "Behold, I stand at the door and knock; if any man hear My voice, and open the door, I will come in to him, and will sup with him, and he with Me". 

0 Comments