Al ver a las gentes, se compadecía de ellas (Mateo 9,35-10,1.6-8)

“Lo que han recibido gratis, denlo gratis”


En la vida uno podría plantearse: ¿Qué está abandonado, sin sentido, sin orientación, sin un camino, sin la capacidad de llorar, sin saber pedir, sin voluntad de dar?
Cada día caminamos kilómetros, transportamos nuestros kilos y lo que menos hacemos es darle las gracias a nuestros pies. Cada día hacemos uso de nuestros sentidos y no nos fijamos en lo que produce una lágrima, en lo que permite el movimiento de nuestro cuerpo, en la sangre, etc.
Así como no nos fijamos en lo físico tampoco nos detenemos a ver la interioridad, espiritualidad, el elemento psicológico. Cómo es que todos amamos pero algunos de manera inadecuada y con traumas. Cómo explicar la ira, la impaciencia, el egoísmo. Cómo podemos ser injustos y comer tranquilos, engañar a la persona que amamos y compartir la vida, decir que somos fieles y estamos coqueteando e ilusionando a otras personas. Cómo explicar que el dinero te haga replantear el amor ya sea que falte o sea abundante. Cómo teniéndolo todo para ser felices terminamos siendo  desesperados, complicados, irrespetuosos, soberbios, mentirosos, criticones, habladores, pretenciosos, presumidos y, por tanto, infelices.
Gracias a Dios, no somos sólo eso, también nos llegará el reumatismo, la diabetes, el cáncer, la osteoporosis, taquicardia. No sabemos lo que comemos, somos frutos de nuestras pasiones. No es un pesimismo existencial, sólo quiero expresar que somos vulnerables y cada día es un milagro no sólo fruto de lo muy inteligentes o absolutos que seamos.

En esta situación, todo el paquete insuficiente descrito acaso no sería bueno que Jesús se compadezca. Aunque su compasión es porque las personas están descuidadas, como ovejas sin pastor, sin guía, sin protección, sin palabras de afecto, sin que alguien se preocupe por lo que come o por los síntomas de su vida. Tanta soledad y tanto desamor suele hundir los ánimos y peor si el desamor están enfangado hiere a los corazones más puros.

Siendo así, tenemos que aceptar que no sólo necesitamos de la compasión de Dios, sino también de las otras personas. No sólo de un pastor, sino que nosotros podemos tomar dicha misión a favor de tntas personas enfermas, solas, frustradas, desesperadas. Así pues, la compasión de Dios hace que “ Vayan y proclamen que el Reino de Dios ya está, curen enfermos, resuciten muertos, limpien leprosos, expulsen demonios”.

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