Cordero auténtico

“He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo…”



Jesús se acercó a su primo Juan el Bautista para ser bautizado, tal como se acercaban otras personas que al escucharlo predicar deseaban cambiar de vida, convertirse, arrepentirse de lo malo y actuar bien. ¿Jesús, el Hijo de Dios, necesitaba cambiar de vida, convertirse?

Jesús, al habitar entre nosotros, su pueblo, actúa y sigue las costumbres religiosas. Se acerca no porque se sienta pecador, sino porque quiere ser como sus paisanos, mojar sus pies, sentir lo mismo, tener la experiencia. Dicha petición es tan impactante que hasta el Bautista se sorprende, pues predicaba que detrás de él vendría “uno que es más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias” (Lc. 3, 15-16 y 21-22).

Jesús por su petición parece un pecador, se nos ha dicho que se hizo igual a nosotros, menos en el pecado. Por ello no es raro que Juan el Bautista exclame: “He ahí el Cordero de Dios, el que carga con el pecado del mundo” (Jn. 1, 29).

Pero ¿por qué lo llama “Cordero de Dios”? Los israelitas no tenían el sacramento de la reconciliación como tenemos los católicos, ellos necesitaban la purificación, lo que se llama la expiación de sus pecados. Para este rito los israelitas sacrificaban un cordero. Por eso, al ser el Cordero de Dios carga con todos nuestros pecados de manera total y plena.

En cada Eucaristía el sacerdote nos presenta a Cristo en la hostia consagrada antes de la comunión: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo…”. Por eso es importante que la Eucaristía sea recibida después de arrepentirnos de nuestros pecados, eh ahí la importancia del Sacramento de la Reconciliación. El efecto del amor de Dios es garantía de que escuchar a Jesucristo es un camino al cielo: “se abrió el Cielo, bajó el Espíritu Santo sobre Él en forma de paloma y vino una voz del Cielo: ‘Tú eres mi Hijo amado, el predilecto’” (Lc. 3, 15-16 y 21-22).

Por último, es una gran revelación de la Santísima Trinidad: El Hijo que sale de las aguas, dándole el sentido de purificación; el Padre que aclama a su hijo hecho hombre y el Espíritu Santo que se posa como una paloma.

El cielo se abre, Jesús se hace como nosotros, tenemos la oportunidad de arrepentirnos, de cambiar de vida, de ser distintos, de amar plenamente. ¿Qué eliges para tu vida?

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