T.O. IV - nadie es profeta en su tierra

“Se levantaron y echaron del pueblo a Jesús...”

Muchas veces nos sorprendemos de las cualidades y talentos de los familiares, vecinos y paisanos. Algunos nos sorprendemos gratamente y otros nos negamos a ver más allá de las apariencias. ¿Será envidia, mezquindad? Jesús fue visto crecer en Nazaret como “el hijo del carpintero” y ahora se presenta como el Mesías; quienes le escuchan se admiran en un primer momento de las palabras de gracia que salían de sus labios, pero luego se molestan y quieren despeñarlo.

¿Por qué se molestan? No basta la razón, se necesita de la fe, de la disponibilidad por aceptar que Dios también está entre los nuestros. Es una tendencia que nos impide aprender más cuando consideramos que lo sabemos todo. Nuestras convicciones y códigos sociales nos dicen erróneamente que lo mejor sale de las clases más opulentas y no de las menos favorecidas.

Nos parece lógico que las personas aporten lo mejor, y los de las clases sociales altas u otros “selectos” deberían aportar lo mejor; a quien más se le da se le debe exigir más. Dios desborda los criterios propiamente humanos, él no busca quién cumple requisitos de bueno, bonito, fuerte, pituquito… Él solo escoge.

De pronto hoy nos escandalice o incomoden algunas pinceladas bíblicas: que nos escoja desde el vientre de nuestra madre, que nos llame a ser sus profetas, que se presente como nuestra única seguridad y garantía de autenticidad. Nos puede escandalizar también que el amor y el bien común sean más fuertes que el egoísmo y el individualismo. Nos escandaliza que los profetas más cercanos no sean valorados por nosotros, sino por desconocidos y extraños.

Nos escandaliza que en nuestra propia familia no nos tomen en cuenta y que nos valoren más las personas extrañas. A Jesús le criticaban los doctores de la ley de aquel tiempo, los líderes religiosos que se sintieron incómodos y querían despeñarlo, desaparecerlo. ¿Tanto les incomodaba? En una familia o comunidad eclesial que busca la verdad, ésta está por encima de todo y se valora aquello que se hace por el amor, la comunión, el servicio y el seguimiento de Jesucristo.

Este es un ejemplo real de libertad. Jesús nos invita a no dejarnos llevar por la búsqueda de una aceptación de los demás renunciando a nuestros principios y convicciones cristianas, a nuestros deberes éticos y a las implicaciones de confrontación que muchas veces nos exige la misión que cada uno de nosotros debe cumplir en la vida. Asumamos nuestros deberes con valentía hasta las últimas consecuencias. Si Dios está con nosotros…

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