XI Domingo del tiempo ordinario (B): Parábolas: el grano de trigo y la mostaza

«¿Con qué compararemos el reino de Dios?

 

El tema del Reino de Dios es central en su semejanza al grano de trigo que germina por sí solo, y al de mostaza que se transforma en un frondoso árbol. Ambas semillas crecen, el sembrador las puso bajo tierra y espera la gran cosecha.

 

grano de trigo
Grabado de Jan Luyken que ilustra la parábola de la Biblia Bowyer.

XI Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2023 - 2024 - (Ciclo B)

 

Reino de los cielos

El cielo es como un Reino, donde el Rey es Dios. Esta imagen grafica una estructura de gobierno. El sentido de la parábola es indicar que Dios Padre es el primero, el creador. Dios creador de la agricultura, de la forma de cultivar la vida, la existencia. Por ello, en su voluntad está el crecimiento de la semilla. Hacer su voluntad es el criterio de vida de los seres creados, cada ser espera la voluntad de Dios.

 

El grano de trigo

De tras de un buen trigal existe un excelente agricultor. Aparentemente todo depende de la pericia y diligencia del agricultor, pero no es toda la verdad. El agricultor no tiene la fuerza o capacidad para hacer crecer la semilla, no puede modificar los fenómenos naturales.

 

El agricultor puede sentarse y contemplar cómo las pequeñas hojas verdes van germinando, tiñendo de verde los campos, luego del amarillo oro. Esta dimensión contemplativa y vigilancia iniciada desde la siembra va confirmando que su obra es parte de una obra más grande, ser trigo, ser pan, alimento para los demás.

 

El trigal va poblando sus espigas mecido por la esperanza del agricultor y de todos los que se benefician. Cada gavilla de trigo va sobre los hombros de un hombre que inicia el proceso de convertirlo en un grano de trigo limpio y listo para el sinnúmero de posibilidades para alimentar. En 2023/2024, China fue el mayor productor de trigo del mundo con una producción de136,6 millones de toneladas, le sigue la Unión Europea.

 

La semilla sembrada

La semilla tiene la fuerza propia. Jesús compara el Reino de los Cielos a un campo de trigo, visto en el horizonte de la infinitud del cielo, de la interioridad del hombre. En dicha interioridad Dios ha sembrado una semilla con una fuerza vital que no puede ser suprimida. Es decir, el hombre, pese a todos los obstáculos, está llamado a madurar la esperanza, a cuidar la gracia e impedir que el mal ahogue las semillas buenas. 

 

Árboles frondosos

El paisaje de la creación está adornado con árboles frondosos. Lo frondoso de hoy no olvida la pequeñez del ayer. El transcurso del ayer al hoy ha estado en las manos del Creador, en la voluntad de Dios. Aquello de la Sabiduría: “pues fuera de ti no hay otro Dios que cuide de todo… porque tu fuerza es el principio de la justicia y tu señorío sobre todo te hace ser indulgente con todos (Sb 12, 13.16). Y el Salmo 85 lo confirma: «Tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan» (v. 5). Por tanto, si somos hijos de un Padre tan grande y bueno, ¡tratemos de parecernos a él! Este era el objetivo que Jesús se proponía con su predicación. En efecto, decía a quienes lo escuchaban: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5, 48). (Benedicto XVI).

 

Palabra del papa Francisco

De estas dos parábolas nos llega una enseñanza importante: el Reino de Dios requiere nuestra colaboración, pero es, sobre todo, iniciativa y don del Señor. Nuestra débil obra, aparentemente pequeña frente a la complejidad de los problemas del mundo, si se la sitúa en la obra de Dios no tiene miedo de las dificultades. La victoria del Señor es segura: su amor hará brotar y hará crecer cada semilla de bien presente en la tierra. Esto nos abre a la confianza y a la esperanza, a pesar de los dramas, las injusticias y los sufrimientos que encontramos. La semilla del bien y de la paz germina y se desarrolla, porque el amor misericordioso de Dios hace que madure.

(Homilía, 14 de junio de 2015)

 

Lectura del santo Evangelio según San Marcos 4, 26-34

En aquel tiempo, Jesús decía al gentío:
«El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega».

Dijo también:
«¿Con qué compararemos el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden anidar a su sombra».

Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos les explicaba todo en privado.

Pintura

Grabado de Jan Luyken que ilustra la parábola de la Biblia Bowyer.

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