XVII Domingo del tiempo ordinario (B): Eucaristía, pan de humanidad

Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda

 

Si algo tenemos que cuidar en la vida católica es la Eucaristía, no sólo porque se vive el sacrificio de Cristo sino porque es el termómetro de la fraternidad que se vive hoy y se vivirá en el futuro.

Solidaridad
Mosaico de una iglesia en Tabgha, Israel.


XVII Domingo del tiempo ordinario

Año litúrgico 2023 - 2024 - (Ciclo B)

 

5 caballas para la sopa

Era viernes, en los conventos se come pescado. Caminaba en dirección al mercado, pensando en cómo preparar una sopa de pescado para mi padre que con los rezagos del infarto no puede masticar. Al paso encontraba papas, cebollas, culantro y otros productos recién cosechados o preparados como el queso y la miel de caña. Al fondo del mercado están los camiones que transportan el pescado del mar a Cajamarca (al norte de la sierra en el Perú). Oh sorpresa, no me quedaba dinero suficiente y ¿Con qué dinero preparar un desayuno nutritivo para darle fuerzas al enfermo?

 

Por 6 soles me dieron 5 “caballas”. Lo consideré suficiente para un plato de sopa. Preparé la sopa con las cabezas, los filetes los guardé en la refrigeradora, mi padre se quedó dormido después de la sustancia marina, me concentré en mis trabajos. A la hora del almuerzo, el menú fue una sopa, lentejas y pescado. Mi madre encontró los filetes y dedujo que era para toda la familia, recurriendo a una matemática generosa. El menú estaba sabroso, me avergoncé pensando que mi madre fue otra vez al mercado para comprar algo mejor que unas caballas. 


Ante la enfermedad y la pobreza una caballa puede alegrar el día. La generosidad del océano Pacífico a lo largo de la costa peruana ha nutrido con sus caballas y anchovetas a muchas familias. No se trata de dar, muchas veces el financiar otorga poder, orgullo, sino el compartir, con los ojos en la providencia de Dios.

 

Comparir la vida

5 caballas no eran suficientes más que para una sopa, pero aquel día alimentaron a una familia. Pero sobre todo me enseñaron los métodos milagrosos de las madres. Los hijos no sabemos las plegarias, operaciones matemáticas, las privaciones y temores que acompañan el caminar de una madre o un padre.

 

Jesús no está buscando estadistas especializados en sus discípulos, sino que comprendan cómo la generosidad puede llevarlos a descubrir gratitud, solidaridad, misericordia, providencia. 200 denarios no bastan ni bastarán cuando en el interior sólo existe ambición o codicia. Los pobres más tristes - y con gastritis a la generosidad- son los que tienen dinero y miran a las víctimas del hambre apretando sus bolsillos; son capaces de deleitarse de unos bocadillos a las escondidas en vez de tener la saciedad del compartir. 

 

Procurar ser más humanos

Felipe hace cálculos fríos de las matemáticas, como una estrategia para destacar lo imposible y alejarse de las propuestas de soluciones. En cambio, Andrés, piensa repartir cinco panes y dos peces a una multitud. Jesús, agrega el toque de solidaridad. Jesús hace notar que son personas, cinco mil hombres, algunos con mujer e hijos. Personas no gorgojos de despensas. Es decir, Jesús les motiva a buscar medios para ser mejores personas, más hermanos, compartir desde lo poco que tengan.

 

Ese es el peligro a evitar en la vida. El egoísmo es enemigo de la familia. La ambición lleva a quebrantar la justicia. 

 

Hoy, te invito a tomar el pan que alimenta a tu hermano, a tu prójimo, levantarlo y dar gracias a Dios, repartirlo entre los presentes, seguro unos generosos y otros miserables, pero hijos del mismo Dios.

 

Eucaristía, el pan de vida

Cómo vivir la eucaristía si la ambición te crucifica, cómo comer el Cuerpo y beber la Sangre si reparas en las migajas que no generas. La Eucaristía no es sólo ir a comulgar. Comulgar es comunión, alimentar hambres, saciar la sed, dar la mano, sonreír, llorar y ser parte de las soluciones. La Eucaristía tiene un principio de humanidad, aquella encaminada a estar cerca a la divinidad, a ser parte de la eternidad.

 

Aprendí a no subvalorar las caballas, su omega y su popularidad me hicieron pisar tierra, en un mercado, donde los altos precios pueden moler los hombros de muchos y enriquecer a pocos. Cada migaja que sobra de la solidaridad no debe perderse, hay que cuidarlo siempre.

 

Palabra del Papa Francisco

“El verdadero milagro, no es la multiplicación que produce orgullo y poder, sino la división, el compartir, que aumenta el amor y permite que Dios haga prodigios”

“Me viene a la mente la tragedia del hambre, que afecta especialmente a los niños. Se ha calculado que alrededor de siete mil niños menores de cinco años mueren a diario en el mundo por motivos de desnutrición, porque no tienen lo necesario para vivir”

“Ánimo, da lo poco que tienes, tus talentos y tus bienes, ponlos a disposición de Jesús y de los hermanos. No temas, nada se perderá, porque, si compartes, Dios multiplica. Echa fuera la falsa modestia de sentirte inadecuado, ten confianza. Cree en el amor, en el poder del servicio, en el poder de la gratuidad”.

(Angelus, 25 de julio de 2021)


Lectura del santo Evangelio según san Juan 6, 1-15

En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del mar de Galilea, o de Tiberíades. Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos.
Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos y, al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:
«¿Con qué compraremos panes para que coman estos?».
Lo decía para probarlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó:
«Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo».
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces; pero ¿qué es eso para tantos?».
Jesús dijo:
«Decid a la gente que se siente en el suelo».
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; solo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:
«Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se pierda».
Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido. La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:
«Este es verdaderamente el Profeta que va a venir al mundo».
Jesús, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

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